Estos vaivenes, propios del cierzo de Zaragoza, además de “desabrocharte el peluquín” te inclinan hacia delante cuando andas, apenas te paras a conversar con nadie y hacen que tu mal humor emerja de las gónadas. Ya estamos a mediados de noviembre con las luces navideñas terminando de colocarse en la ciudad, comprando alimentos para congelarlos de cara a la Nochebuena y mirando atónitos a la bajeza política y al derrumbe de nuestra sociedad con objetivos puestos en símbolos sin importancia y provocadores del enfrentamiento. Si el fútbol nos ayudó durante algunas décadas a refugiarnos en nuestras emociones, en compartir nuestra fue en un escudo, ahora es la guinda seca de un pastel podrido. Otra vez a luchar por la permanencia, de nuevo el silencio más absoluto que ennegrece la burbuja del club. Derrotas, declaraciones que dividen a la afición, desconocimiento de quién manda en el Real Zaragoza, guiños políticos sobre la proporción del nuevo estadio en zona deportiva y de negocio… Mientras tanto, los de siempre están ahí, escondidos e intentando pasar desapercibidos para seguir tomando decisiones.
Excelente comentario. Excelente