La noche del Búfalo

La noche del 24 de agosto del 2004, el Real Zaragoza se presentó en Mestalla para disputar la vuelta de la Supecopa frente al Valencia, que en la ida se había impuesto con un gol de Angulo. El campeón de Liga había despejado en La Romareda el camino hacia su segundo título, pero aquel equipo de Víctor Muñoz no era un equipo cualquiera. Una humedad del 90%, un marcador adverso y el segundo partido oficial de Alberto Zapater con la camiseta blanquilla. En el minuto 33 la cabeza de oro de Álvaro Maior, siempre dispuesta para alegrarte el día, y el héroe de Montjuïc, Luciano Galletti, le habían dado la vuelta a la eliminatoria, pero en el 53 Bernardo Corradi aproximó al trofeo al conjunto de Ranieri. Se deshidrataban los jugadores entre el sofocante calor y la tensión de un duelo de los grandes.

Esa temporada había llegado al Real Zaragoza un viejo pistolero valenciano de Silla, quien a sus 30 años se acercaba al ocaso de su prolífica y nómada carrera. Tenía por delante a David Villa, un ariete que empezaba a fraguar su leyenda. Javi Moreno venía a lomos de un historial romántico, hasta cierto punto bohemio, de futbolista que abraza la gloria sin atraparla por completo. De La Masía inició un periplo de cazarrecompensas por Segunda B y Segunda hasta que en el mejor Alavés de la historia se hizo huracán con 29 goles, seis de ellos en una Copa de la UEFA inolvidable por su desarrollo y su dramático epílogo para el Glorioso.

Marcó al Gaziantepspor, al Rosenborg en dos ocasiones y al Inter. En el BVB Stadion Dortmund, los vitorianos se citarón con el Liverpool de Carragher, Hyypiä, Gerrad, Hamann, Owen y Fowler. Se desató la locura en un intercambio de golpes espectacular, con el Alavés igualando por dos veces una desventaja de dos tantos. Con el 3-1, Javi Moreno, de cabeza y de falta directa, puso el 3-3.  Fowler 72 adelantó de nuevo a los reds y Jordi Cruyff llevó el pulso a la prórroga. Un autogol de Geli cuando, en uno de los goles de oro más amargos que recuerda este deporte, derrumbó el sueño del equipo de Mané y el del Búfalo, quien pese al terrible golpe se ganó fama en Europa y su presencia en selección española.

Un fugaz paso por el Milan de Costacurta, Kaladze, Gattuso, Albertini, Shevchenko o Inzaghi le engordó la cuenta corriente y le permitió vivir una aventura única, con sirviente incluido en el contrato con el club lombardo. Regresó ala Liga con el Atlético, donde no pudo con el mito de Fernando Torres para irse cedido también sin fortuna al Bolton. En aquella noche de Valencia, con toda su familia en la grada de Mestalla, sabía que era el momento, su momento. Se elevó en un córner y logró el 1-3 al anticiparse en el primer palo. Su celebración queda enmarcada en la mitología zaragocista, con un gesto pleno de éxtasis y la ceja partida, surcándole el rostro la sangre de la felicidad como al gladiador en su última batalla sobre la arena, en el último título conquistado por el club aragonés. Por fin El Búfalo reinaba con una venda por corona.

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