En el centro de la defensa del Real Zaragoza lo mejor no está por venir. Lo mejor lleva ya dos temporadas instalado en una zona que ha vivido más convulsiones que la delantera en cuanto a número de jugadores y sociedades experimentales en las diez temporadas que el equipo aragonés viaja en Segunda. El gol ocupa en primer puesto en el ránking de las jaquecas hasta hacerse crónica en las dos últimas campañas, y la actual propiedad ha centrado sus fuerzas y el grueso del capital de que dispone para reforzar el armamento ofensivo. Mientras se negocia la llegada de la artillería, en paralelo se acuerda la renovación de Alejandro Francés, un asunto tan primordial o más para evitar fisuras en el bloque que se quiere construir.
La novena y la undécima defensa más segura del campeonato en este par de cursos cuyo máximo goleadores han sido Azón y Vada con siete tantos cada uno y Narváez con 9. Si no hubiese sido en gran parte por la consistencia compartida y repartida de Francés y Jair, con la cuña de Peybernes y en menor medida la de un Lluís López que no ofrece demasiadas garantías, es muy posible que el Real Zaragoza lo hubiese pasado bastante peor. Con Cristian como base de ese triángulo, el portugués y el canterano han formado seguramente el mejor tándem de la categoría, repartiéndose los trabajos de seguridad con una considerable armonía. El relieve de la labor de estos dos futbolistas sólo hay que repasar las tablas de goles encajados mientras han sido pareja habitual en las alineaciones: 43 el año pasado, la cifra más baja de los nueve ejercicios en Segunda, y 46 en la anterior, tan sólo mejorada por los 44 recibidos por los equipos de Popovic y Carreras y Natxo González.
Han transcurrido casi 20 años desde que un par de centrales no disponía de una confianza tan mantenida en el tiempo por sus entrenadores. Hay que trasladarse hasta la temporada 2003-2004, cuando Álvaro Maior y Gabriel Milito fueron fichados nada más ascender. Con ellos vinieron David Villa, Savio Bortoloni, Leonardo Ponzio, Dani García Lara y José María Movilla. El brasileño y el argentino fueron tres años de la mano para conquistar la Copa al Madrid, la Supercopa al Valencia y sufrir la amargura del último título disputado y perdido por el Real Zaragoza en 2006 frente al Espanyol.
En este periodo de penurias y desencantos que comenzó en 2013 y que se mantiene hoy en día, Álvaro y Laguardia, con César Arzo al quite, fueron los pioneros en el eje defensivo. Cabrera y Vallejo compusieron una línea de confianza, reforzada en igual medida por Mario y, de vez en cuando, por un Rubén González mucho menos utilizado. Cabrera y Vallejo volvieron a repetir, esta vez con Guitián de escudero, mientras que José Enrique y Marcelo Silva se hicieron fuertes al lado de nuevo de Cabrera. Verdasca, Grippo y Mikel González se repartieron el pastel con Natxo González, y otra vez Verdasca conservó los privilegios con un Guitián recuperado en el mercado de invierno. Atienza y Clemente, con Guitián de fondo, se ocuparon del centro de la defensa hasta que se contrató a El Yamiq.
Jesús Valentín, Popa, Bagnack, Perone y Dorado fueron exóticos e improductivos intentos de alicatar esa posición de la que ahora son dueños y señores Francés y Jair, quienes, como Álvaro y Milito, apuntan a cabalgar juntos por tercera ocasión consecutiva.