En este contexto de máxima emergencia, descontrol y ambigüedad en la apuesta, el técnico aragonés quizás sea lo mejor que podría ocurrirle al Real Zaragoza
La imagen de Emilio Larraz asumiendo la responsabilidad del Real Zaragoza podría ilustrar el póster promocional de las mejores películas del cine apocalíptico. Un tipo con el gesto y los miedos impenetrables recorre, con la seguridad de quien no tiene nada que perder, una de las principales avenidas de una ciudad asolada por la mayor de las catástrofes, infestada de peligros y tribus residuales que le amenazan. En su forma de caminar y de mirar sabe perfectamente que a la vuelta de cada esquina le espera el reto de seguir vivo mientras esquiva sobre el asfalto un largo y tortuoso bulevar las lápidas apenas ilegibles de todos los entrenadores que le precedieron en 13 años de devastación. Larraz, sin embargo, no ha venido a salvar la humanidad, ni trae bajo el brazo el antídoto definitivo contra un virus letal. Es consciente de que la propiedad, el gobierno de la anarquía que gestiona el caos sin líderes autorizados intelectualmente, le ha elegido porque no ha encontrado, al menos por el momento, un técnico a la medida de esta situación límite. Mucho menos que se ajuste a una propuesta económica a la baja. No le preocupa. Hará su trabajo, preparara lo mejor posible el encuentro contra la Cultural Leonesa y celebrará en lo más íntimo la ilusión de un sueño cumplido, dirigir a los 57 años por primera vez en su extensa carrera al primer equipo, al equipo que sin ruidosas declaraciones públicas lleva alojado en el corazón desde niño. Un par de trenes pasaron antes con su nombre en la sala de máquinas, pero los vio irse con tristeza y sin rencor alguno. Como cuando le invitaron de malas maneras a marcharse de la Ciudad Deportiva en dos ocasiones y regresar limpio de reproches a la que es su casa.
El club ha dirigido la mirada hacia el responsable del filial sin un convencimiento absoluto. El comunicado que lanzó ayer en este sentido demuestra la confusión que reina en esa torre de Babel que le entrega las riendas sin especificar hasta cuándo. En el fondo de esa ambigüedad institucional subyace una especie de moratoria a la espera de acontecimientos. Lo que desconocen Txema Indias y el consejo es que, en este contexto de máxima emergencia y descontrol, Emilio Larraz es lo mejor que podría ocurrirle al Real Zaragoza. Carece de currículum en el fútbol profesional pese al considerable prestigio que ha acumulado en sus 28 años de trayectoria en el mapa aragonés y en su aventura en Ferrol, la única vez que ha preparado las maletas. Tampoco es un personaje mediático que invierta horas para ensalzar su figura, sino que ciñe su tiempo a su doble pasión, el fútbol y su familia. ¿Qué puede ofrecer entonces este veterano de vestuarios formativos y clubes senior regionales en los que ha dejado huella y un buen recuerdo? En primer lugar un conocimiento preciso y objetivo de lo que es el Real Zaragoza para lo excelente, lo bueno, lo malo y lo peor y una forma de trabajar cabal donde prima el diálogo, el aprendizaje personal y el liderazgo desde la consecuencia, no desde la imposición.
Emilio Larraz no es un experimento pese a que dé esa impresión por cómo se tramitan las crisis en el Real Zaragoza y por ese recorrido exento de la purpurina de las ligas mayores. Tampoco responde al perfil del apagafuegos que otras épocas han ejercido exjugadores y fieles salvavidas del zaragocismo como Luis Costa y Manolo Villanova, sin tesoros que se conozcan para pagar sus servicios. Comparte las mismas raíces y devoción, y posee una personalidad analítica que favorece su percepción de la realidad sin colorantes ni conservantes. La apuesta fragmentaria y dubitativa de la directiva o lo que sea contrasta con la seguridad de un hombre de fútbol en estado puro, de un entrenador que al pie de la montaña conoce todos los caminos hacia la cumbre de lo que persigue, salvar al Real Zaragoza, darle la estabilidad y las herramientas sin truco que necesita. No tiene garantizado el éxito en un escenario de una complejidad extrema que va a asumir con conocimiento absoluto de causa, sin dramatismos, con el combustible de un sueño que pondrá al servicio de la empresa que se le ha encomendado bajo esta pesadilla dantesca y carnívora. Bajo una lluvia ácida. Los resultados como juez implacable marcarán su destino, un porvenir incierto donde Larraz, quién sabe, quizás desde la naturalidad convierta este gesto de improvisación en un raíl hacia la comprensión de que el futuro reside en lo auténtico.
Hay que apoyar todos a Emilio Larraz, se merece ser el entrenador del RZ por conocimiento, preparación, conocimiento del RZ y actitud. Todos a apoyar a Emilio Larraz el próximo sábado.
Que le quede claro a la propiedad quien es nuestra elección.
Ya vale de inventos pasados con el resultado que conocemos
Yo confío plenamente en EMILIO LARRAZ y ojalá triunfe .