Las fusiones Aguado-Moya y Azón-Bakis cuestionan la productividad de los emparejamientos, que perjudican al mediocentro aragonés y cuestionan si el delantero de la cantera no debería estar por delante del turco como referencia ofensiva
La viga maestra del Real Zaragoza, como una gran parte de los equipos, se sostiene ahora mismo sobre tres parejas: los centrales, los responsables del eje mediocampista y los delanteros. No hay la menor sospecha sobre los futbolistas que se han ocupado del pasillo principal defensivo, sobre todo con Jair y Francés custodiando a Cristian. Mouriño, pese a su error de cálculo en un control de balón frente al Racing que se tradujo en el gol de Grenier, también ofrece garantías y solvencia como relevo circunstancial o titular. No sucede lo mismo en el resto del campo con algunas de las fusiones que ha propiciado Fran Escribá. El brillo del liderato deslumbra por los resultados pero no oculta que la asociación de ciertos futbolistas distan de ser todo lo productivas que se pretende. El técnico, que comenzó la andadura por esta temporada decantándose por un rombo que no le convence pero que dio la mejor versión del equipo hasta el momento, ha regresado a su 1-4-4-2, donde el más beneficiado ha sido un Germán Valera que se ha encargado casi en exclusiva de vigorizar un fútbol cada vez más plano.
El triángulo Aguado, Francho y Moya iluminó la parcela creativa con el primero al mando y una gestión de la pelota de muchos kilates. Había fisuras a sus espaldas, pero el Real Zaragoza destilaba personalidad y la pelota circulaba con mayor frescura. El entrenador, en su deseo de imprimir formalidad a la medular y generar más por fuera, pensó en el pacense como líder en la motorización. Esa apuesta desplazó al carril a Francho en Tenerife y lo dejó en el banquillo contra el Cartagena. Moya tuvo que ser reemplazado en el descanso en el Heliodoro y en Cartagonova hubo que rectificar de nuevo en la segunda parte para que Aguado y Francho nivelaran un centro del campo desarticulado. En la última jornada, el reparto de jerarquías favoreció de nuevo a un Toni Moya acaparador de balón y zonas que acabó por nublar por completo a Aguado sin que su trabajo y su despliegue físico elevaran el nivel. Una cosa es lo que persiga Escribá y otra lo que dice el rendimiento, que reclama cuanto antes que el aragonés vuelva, de una u otra forma, a ser el administrador.
Otra pareja que baila con el paso cambiado es la de los dos puntas. Azón, siempre en el once salvo en Cartagena por su citación con la sub 21 y ante el Racing en una decisión técnica muy cuestionable, ha representado el papel de escudero de Bakis. Sin embargo, con el paso de los encuentros y aun con el turco dejando detalles de futbolista de repercusión ofensiva, se ha ido descubriendo al canterano como un arma de más alcance. Juntos achuchan y provocan inquietud con dos físicos imponentes, pero el Tiburón muestra más mandíbula y gol en un equipo de nulo suministro centrocampista. Estira el campo y ofrece soluciones a los espacios, mientras que Bakis, con menor ratio realizador histórico que el zaragozano, no marca ni tampoco establece un radio de acción de influencia concreto que no sea el lanzamiento violento. En esas sociedades que chirrían, Aguado y Azón estimulan la máquina. Son piezas fundamentales, no jugadores de compañía.
Lo que es evidente tras seis jornadas es que el míster no ha dado con la tecla del juego. Hay aficionados que prefieren jugar mal y ganar pero yo confío en jugar bien y en ganar con autoridad. Igual es mucho pedir tras una década en el Infierno.
El juego en estos partidos iniciales, bonito no ha sido. Esto es la Segunda División. Ahhhh…y Bakis es el jugador mejor pagado, si no estoy equivocado. Eso seguro que obliga a su presencia en el 11.