Giuliano Simeone, por enamoramiento de la dirección deportiva, es decir de Miguel Torrecilla, y Gaizka Larrazabal por ser un futbolista que había seducido a Juan Carlos Carcedo mientras entrenaba al Ibiza, equipo que pujo por la cesión del bilbaíno antes de que saliera en dirección al Amorebieta, cruzaron sus caminos para ser importantes en este Real Zaragoza de nueva propiedad. El delantero venía de marcar 25 goles y de ofrecer seis asistencias con el filial del Atlético en Segunda RFEF, club con el que se mantienen algo más que estrechos lazos. La expectación saltó por encima de la realidad con este explosivo atacante de 19 años sin experiencia en el fútbol profesional, donde le espera un duro proceso de aclimatación. El extremo vasco se hizo importante en el Amore como carrilero, con goles y también pases decisivos que hicieron que Carcedo manifestara su interés en contar con el vasco pese a su alta ficha. Por el momento, en los cinco partidos de pretemporada, ninguno ha ofrecido lo que se esperaba de ellos.
El hijo del Cholo arrancó pegado a la banda. Al no sobrarle la habilidad ni el desborde, esa posición le resultó incómoda, siendo muy sencillo de desactivar, sin la posición centrada donde mejor visualiza la portería y la presión. Trasladado a territorio de 9, no sólo no se ha estrenado en la faceta realizadora sino que tampoco ha creado por sí mismo situaciones de peligro salvo lanzamientos muy lejanos. Con Iván Azón incendiado y con el fichaje que se busca de un delantero titular, lo lógico es que se relea el destino de Giuliano como tercer hombre y no como primero, como se dejó entrever en su desorbitada presentación y alabanzas de las sinergias. Con Larra la situación puede ser más delicada. El técnico le ha entregado minutos de extremo, pero lejos del impetuoso carrilero de Lezama ha vuelto a ser el jugador inconcreto, guadianesco y sin gol de su primer curso en La Romareda. Si en lo que resta de amistosos no da un salto cualitativo considerable, podría volver a aparecer en la lista de salidas de donde la había rescatado Carcedo.