No, no basta con la vergüenza de Zapater

A corazón abierto. A pecho descubierto. A flor de piel. Así es Alberto Zapater, el capitán esté en primera línea de batalla o mondando patatas al fondo de la cocina para alimentar a la tropa. Los años no le han robado un gramo de sinceridad, una gota de franqueza y un decir las cosas sin el escudo del eufemismo. En todas las crisis es reclamdo por la prensa y allí acude con algún filtro no demasiado elaborado, porque si dijera todo lo que piensa arderían el club y el vestuario. Aun así, se impone el chico de Ejea sobre el veterano de guerra, por lo menos para mostrar sus heridas, todas ciertas, todas sangrantes de zaragocismo. Ya no es el mismo sobre el campo, y hay un sector de la grada que se lo recuerda con más o menos acidez, pero frente al micrófono es titular indiscutible. «Vergüenza es lo que siento cuando llevo a mis hijos al cole, me da vergüenza salir del coche y siento vergüenza cuando veo que alguien me mira porque sé lo que está pensando. Nos ha eliminado un equipo de inferior categoría».

La dolorosa eliminatoria frente al Diocesano en la Copa ha dejado al Real Zaragoza hecho un trapo, con el Málaga, colista, como visitante este sábado en La Romareda y la posibilidad de caer a la zona de descenso. «Tenemos que ponernos en modo supervivencia», comenta el aragonés, de nuevo admitiendo las realidades a la cara. Pero no, no basta la vergüenza a borbotones de Zapater para solucionar lo que en estos momentos parece irremediable, la caída del equipo a un fondo sin fin. En esta tesitura, con una plantilla huérfana de líderes auténticos, la exhibición de la vergüenza tendría que haber sido una cuestión de estado, un himno entonado por Raúl Sanllehí, la directiva, el presidente… Y después, si las hubiera, la asamblea de esas personalidades para imprimir al momento sello de catástrofe y buscar soluciones dentro del ánima en pena de los futbolistas y en el mercado de abastos de enero.

Sin embargo, el intangible físico de Cook, Serpa, Cruz, Aguilar, Jorge Mas o Oughourlian, a miles de kilómetros del Real Zaragoza en todos los sentidos, impide que la vergüenza les alcance. Conferenciantes telemáticos donde se exigen palabras de carne y hueso y máxima proximidad. No son hombres de fútbol ni por lo más remoto, por lo menos del fúbol que ahora mismo demanda el equipo blanquillo, del de toda la vida cuando los directivos aportaban la robustez del carácter que brota del sentimiento de pertenencia. Queda Juan Forcén, el eslabón de la cadena, el hombre elegido para una transición pacífica con raíces en el club. Podría haber aparecido el empresario por alguna de las esquinas de la vergüenza, por el callejón de la autoridad un día de frío entrenamiento como signo de apoyo institucional. Ahí sigue, tras la máscara veneciana de insustancialidad y un salvoconducto para el nuevo estadio.

Ya no hay dirigentes como los de antes, que al verlos al futbolista le recorría a parte iguales un sentimiento de protección por la familiaridad y un escalofrío por las malas notas. Los modernos viajan por los grupos de WhatsApp privados, las sinergias fantasma… Por conductos demasiados estrechos para que quepa la vergüenza genuina y arrolladora de Zapater. Insuficiente pese a todo para un Real Zaragoza que vaga hacia el desastre sin nadie a los mandos de la responsabilidad. En modo avestruz. O en modo Torrecilla, como se ha puesto Sanllehí en sus ínfulas de director deportivo.

One comment on “No, no basta con la vergüenza de Zapater

  • Maño de Vilassar , Direct link to comment

    Por supuesto que no basta. Y tod@s podemos imaginar para que está Forcén…Para mostrar vergüenza, hay que tenerla

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