El miércoles 6 de febrero de 2001, a los 13 minutos del encuentro contra el Tenerife, Xavi Aguado se quebró como un árbol mitológico. Su hijo, Marc, aún no había cumplido un año cuando el legendario capitán del Real Zaragoza, empezó a despedirse del fútbol. Hoy, 21 años después, el hijo del eterno capitán trae el insigne apellido de nuevo a La Romareda en partido oficial, pero en el Andorra, en calidad de cedido por el club aragonés y como titular del conjunto que entrena Eder Sarabia. No es central, sino mediocampista posicional, uno de los más rigurosos tácticamente de la categoría y de los que más balones recupera. No deja de ser un momento emotivo por lo que contiene de simbólico. Este primer contacto con el césped del santuario que un día adoró a su padre, recibe a un futbolista con personalidad pero por hacer, un jugador inteligente con la pelota y para tomar decisiones como la de emigrar por segunda temporada consecutiva a un ecosistema donde su rol está siendo fundamental.
Esta tarde vuelve a la titularidad tras superar una lesión. En el eje del laboratorio del conjunto del Principado, donde se desenvuelve como un relojero sin prisa pero sin pausa. Su padre, Xavi, estará en la grada, deseando que el chico haga el partido de su vida pero rezando para que los puntos se queden en casa, en ese hogar donde se hizo gigante. Porque una cosa es el amor de padre y otra bien distinta ser raíz y savia de la historia del Real Zaragoza, por otra parte el club al que pertenece Marc desde su niñez y hasta 2025. Y con el que ya participó 33 minutos relevando a Igbekeme el 11/01/2020 en partido de Copa contra el Nástic de Tarragona.