El Andorra gana al dictado valiente de su entrenador y el Real Zaragoza pierde bajo el mandamiento defensivo de su apocado técnico (0-2)
El partido iba a ser de entrenadores. O eso pensaba Juan Carlos Carcedo, porque lo cierto es que lo fue de uno solo, el del Andorra, un equipo que respira por los poros valientes de Eder Sarabia. El técnico del Real Zaragoza vio durante casi todo el encuentro cómo el conjunto del Principado le chuleaba la posesión, el balón y la victoria con un patrón de aparente parsimonia. Sólo tuvo un par de ocasiones claras, la de Bakis, que el delantero materializó a la salida de un córner sobre el descanso, y la de Carlos Martínez, ejecutada en el minuto 91. Por el camino, se deleitó sin urgencia alguna, con circulaciones constantes de todos sus integrantes en un operativo casi perfecto, con el Real Zaragoza montado para defender y desmontado con el marcador en contra para desorientarse.
El triunfo de Tenerife queda casi como un espejismo, sobre todo por lo que se refiere a esa apuesta momificada de Petrovic como tercer central. Carcedo repitió alineación y cerrojo pero entregó la llave al Andorra, que le dio mil vueltas con una armoniosa interpretación, jugando cuantas veces fuera necesario con su portero Lizoain para reiniciar cada acción. Ni un pelotazo le fue necesario porque el Real Zaragoza se instaló en la salita de estar de los cobardes, tan metido en su campo que no le dio para presionar ni intimidar lo más mínimo. A paso de tortuga, sin laterales que le dieran sentido a la defensa de cinco, y un centro del campo donde Marc Aguado estableció el falso ritmo lento de sus compañeros, que hicieron ganchillo con el esférico y con la batuta del 6.
Carcedo carece de materia prima para grandes empresas, pero en su constante estudio y maniobras sobre cómo anular al enemigo creyó haber hallado un filón en el Helidoro Rodríguez. Nada más lejos de la realidad. Si el Real Zaragoza ya tiene problemas para atacar, ahormar el equipo para que disponga de menos llegada le convierte en un pigmeo ofensivo. La diferencia estuvo en que el Andorra sabe a lo que juega y el cuadro aragonés aplica cada jornada una forma de jugar sin llegar a creérsela. Bajo ese planteamiento timorato, el único rebelde fue Giuliano, a quien la digan lo que le digan le tiran los caballos salvajes que lleva en su motor indómito. Del argentino partieron las mejores oportunidades locales, entre ellas un disparo de Mollejo que sacó Lizoain con espectacularidad, y un par más que se generó sin puntería el Cholito. Los demás corrieron detrás de una mancha naranja formada por las camisetas de un Andorra de estilo innegociable.
Petrovic se quedó en la caseta con el 0-1 y salió de las tinieblas Eugeni. Todo lo anterior a la basura. Nada mejoró con el cambio. Si acaso, la medular se licuó aún más con el poeta sin verso de las faltas directas y un Manu Molina que va a pedales en el repliegue. De Vada, el goleador de la isla, no hubo noticias hasta que fue relevado, víctima de la terrible desconexión táctica, agigantada con la triple subida al escenario de Francho, Zapater y Gueye. El desmadre no afectó al Andorra, que se comportó como si le importara un pimiento todo lo que hiciera el Real Zaragoza, en su salsa perfectamente aliñada de pases controlados y orientaciones, de descaro desde el nacimiento hasta la desembocadura de sus acciones. Empeoró todo, hasta Giuliano al lado de un Gueye que definitivamente queda marcado como un auténtico fiasco, un hombretón que ha confundido su vocación. El Andorra abusó del Real Zaragoza con silenciador y un arma letal: la posesión de la pelota y el arte de saber utilizarla.
Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Larrazábal, Francés, Lluís López, Gabi Fuentes; Manu Molina (Zapater, m.68), Petrovic (Eugeni, min.46), Jaume Grau (Francho, m.68); Vada (Gueye, m.68), Giuliano Simeone y Mollejo (Puche, m.82).
Andorra: Lizoain; Pastor (Adri, m.86), Alende, Mika Mármol, Pampín; Molina, Aguado (Jandro, m.78), Moha (Hevel, m.64); Alti, Bakis (Carlos Martínez, 86) y Valera (Albanis, m.64).
Goles: 0-1, M.46+: Bakis. 0-2, M.91: Carlos Martínez.
Arbitro: Rafael Sánchez (Comité Murciano). Amonestó a Francés y Mollejo, del equipo local, y a Bakis y Adri, del visitante.
Incidencias: partido correspondiente a la decimocuarta jornada disputado en el estadio La Romareda ante 20.846 espectadores.
Del equipo rival me he prometido no hablar, solo me interesa que se sumen puntos para salir de este maldito agujero del que estamos atrapados. Mañana es día de Difuntos pero el caso es que el cadáver ya lo tenemos aqui en cuerpo presente. La dinámica errante de otras temporadas luchando para salvarse ya es una realidad. No hay calidad futbolística hoy en día para pensar en otras metas. A ello hay que añadir que la dirección deportiva con la participación de su entrenador es del todo incompetente. Lo del entrenador es comentario a parte. No se explica si no es porque lo ha traído él como puede jugar M. Molina. No da una en todos los minutos que está en el campo. Gueye no debe de ser convocado y devolver su préstamo. Hoy post partido ha dicho Carcedo que «la afición quiere que su equipo juegue bien y gane». No señor, la adición quiere ganar como sea y no le importa cómo con tal de volver a Primera. Hay que salvarse, esa es la tarea y para eso es imprescindible contratar en el mercado de invierno jugadores que puedan ayudar a sumar los puntos necesarios e ir buscando entrenado, director deportivo y jugadores para luchar la próxima temporada por el ascenso.
Este simulacro de entrenador ha hecho malos hasta los juveniles. Aunque me temo que puntuará en el próximo partido y seguirá haciendo el corcho. Cuanto más permanezca, menos tiempo se tendrá de enderezar esto para lograr la salvación.
Y, respecto al cedido en el Andorra, habría que preguntarles a aquél y al «amigo» traidor de jim; vaya par de lumbreras. ¿O es que había intereses inconfesables?
Felicito a redactor, Alfonso Hernández, por su excelente comentario del partido contra el Andorra, por su objetividad, precisión y buena gramática. Es usted una rara avis en este mundo del periodismo deportivo.
Muchas gracias.