Pablo Cortés, bienvenido al futuro

La cantera del Real Zaragoza está siendo la gran protagonista con el balón de por medio en esta pretemporada atípica, asfixiante para moldear una plantilla pendiente de lo que suceda con la compraventa y en qué términos y tiempos se cierre. Un estado catatónico que está provocando un agotamiento psicológico en el el área deportiva del club y mantiene en constantes recelos a la afición. En esa atmósfera sin oxígeno para maniobrar en uno u otro sentido, los chicos reclamados por Juan Ignacio Martínez para completar un grupo desangelado que al menos encontró en la victoria contra el Elche un premio a su intachable profesionalidad, han elevado la voz sin gritar. En ese fútbol moroso y cautivo de la falta de forma de toda pretemporada, Ángel, Carbonell y Cortés van dejando huella, cada uno a su manera, cambiando la tarjeta de invitación por la de presentación de futbolistas válidos para empresas mayores. Sobre todo si la carpeta de fichajes de Miguel Torrecilla se adelgaza.

La situación ha favorecido su presencia y sus intervenciones en un equipo rebosante de lagunas en todas las líneas y con la casi segura marcha de Juanjo Narváez acentuando el perfil de orfandad de la delantera pese a que Azón dejó ante el Elche media docena de detalles técnicos brillantes. Carbonell es pura magia; Ángel, una bala bien dirigida para defender y para desplegarse en ataque y Pablo Cortés… Aquí hay que detenerse. Con 17 años, saltando de categorías por delante de su edad, el mediapunta zurdo es un jugador por hacer pero con el suficiente volumen futbolístico para apostar de inmediato por su completa integración con los mayores. Ocurra lo que ocurra en los despachos y la resolución de la propiedad, estamos frente a uno de esos fenómenos naturales que los responsables de la Ciudad Deportiva han bruñido con magistral dedicación educativa. Y no debería de tener billete de vuelta sino taquilla en el vestuario de los principales.

Cortés ha llegado en mal momento, seguramente en el peor de la historia del club. Suele ocurrir en periodos de penurias: se recurre a voluntarios sin experiencia, se les pone un viejo fusil al hombro y se les envía a primera línea del frente de combate. La mayoría caen a los pocos partidos, algunos sin llegar siquiera a cargar el arma. Sin embargo, este centrocampista ha puesto su nombre a la pretemporada con gestos de asombrosa madurez. Reventó los noticieros con el gol que le marcó a Cristian en La Romareda en una pachanga. Por la escuadra, un lanzamiento trabajado con el pie y la cabeza. Nada casual. Un tiro con el sello de Rivelino o de Zico. Podía haberse quedado en esa genial anécdota, pero el chaval no colecciona joyas pasajeras.

Hay en él mucho por descubrir. Tampoco se debe situarle en los altares por dos apariciones en el primer equipo. No obstante, sus capacidades abarcan un rico surtido de variantes y sobre todo un don en el manejo la pelota, a la que siempre acaricia con precisión y sentido en el pase. Casi nunca la pierde en el siempre espinado juego interior y sus combinaciones ponen en ventaja al compañero. Envuelve además sus decisiones, incluidas las conducciones, con la personalidad del veterano. Hay más. Frente al Elche se quedó al cierre en un córner botado por el Real Zaragoza que acabó en una salida larga del conjunto de Escribá. Cortés, ante la duda de Ratón y la presión de un rival, enfrío el peligro con un amago limpio y siguió hacia delante. Con una sencillez que abruma. Bienvenido al futuro.

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