Una victoria de dignidad y de cantera

La notable y merecida victoria sobre el Elche después de la infame derrota contra el Calahorra reivindica la dignidad y el honor de unos profesionales, entrenador y jugadores, que trabajan a ciegas. Si en La Planilla el Real Zaragoza fue un equipo desenfocado de principio a fin, en su primer encuentro en el Pinatar Arena ante un rival de Primera División ofreció una imagen nítida, sin apenas interrupciones competitivas. Hubo intensidad, constancia y compromiso defensivo y goles de exquisita elaboración y ejecución. El triunfo pertenece al técnico y a los futbolistas y edulcora el maltratado paladar de una afición irritada con todos los argumentos del mundo y en permanente alerta por una compraventa que no da señales de vida, por un cambio accionarial que debería de traer consigo un giro completo en las parcelas administrativa y deportiva.

El encuentro, antes de que el balón comenzara a rodar, presentaba al Real Zaragoza frente a los peligros de su débil arquitectura global y las improvisaciones que implica confeccionar una formación sobre una base de inconsistente futuro. También expuesto a un Elche de superior categoría, musculado y con potencial suficiente para cocer el partido a su gusto. En casi ningún momento, salvo en algún balón dividido que los ilicitanos ganaron por mayor poderío físico, el Real Zaragoza estuvo por debajo. Al contrario. Ejecutó una presión alta, se apropió del balón y buscó la profundidad con mucho sentido para evitar pulsos inconvenientes en el centro del campo. Con esa actitud consiguió una regularidad combativa que se le atragantó al Elche, y en las ventanas de los cambios, por las que se podría haber precipitado al vacío, halló en los relevos y sobre todo en los canteranos la solvencia necesaria para conseguir un segundo tanto.

El resultado fue estupendo y las sensaciones… La representación también merece el aplauso, pero sin perder ni por un segundo contacto con la realidad. Hay que insistir en el alto grado de responsabilidad de los protagonistas durante un encuentro muy complicado, en una tesitura enrevesada y encarando en muchos casos situaciones personales por definir. En ese sentido y en esta victoria solo tienen cabida los elogios. Aun así, el Real Zaragoza juega sobre el abismo institucional y sobre la inquietud de su interinidad. Si va a luchar por la permanencia, este triunfo le carga de razones para el optimismo. Si el objetivo es más ambicioso, su tejido no le da para disponer del vestuario adecuado para entrar en la alta sociedad.

Mientras la Fundación intenta vender, de la mano o cada uno por su lado, una activo sin apenas valor para saltar del barco, ganar emociona. Más si en el primer gol Iván Azón, estupendo en sus minutos, se inventa una asistencia maravillosa para que Narváez, el deseado por el Elche, traduzca el regalo en gol con velocidad y una sutil definición. Si encima das carpetazo al encuentro con un gesto brasileño de Adrián, un túnel con rosca sobre una baldosa para colocar después el balón suavemente dentro de la portería, a la entrega se suma la diversión. En estos tiempos de amargura, esos dulces se multiplican por cien. Lo coincidente tanto en Calahorra como en el Pinatar Arena, con esa diferencia abismal entre una y otra cita, fue la respuesta de los viejos y los nuevos canteranos.

Crecer y aprovechar la oportunidad empujándote a un volcán en erupción como es ahora este club, tiene un valor enorme. Azón, ensombrecido como todos en La Planilla, imprimió en la primera mitad tres o cuatro detalles brillantes, de delantero que evoluciona de una portentosa fuerza natural que le hace gigante a la necesaria evolución cualitativa que le permite distinguirse más allá del músculo. A la espera de Fran Gámez, Ángel volvió a presentar una tarjeta prometedora, de lateral sensato, aventurero y tenaz. La ruleta de los cambios puso en escena a Francho –-a años luz de Eguaras–, Cortés y Puche, con el regreso al campo una vez sustituido de Javi Hernández, central cumplidor y sobrio. La zurda de Cortés es superior a la de Bermejo, más inteligente y mejor lector de las decisiones a tomar con la pelota en los pies como demostró en la producción de la diana de Adrián. Puche es todo alegría pongan donde le pongan, ayer obligado a más labores defensivas pero con un atrevimiento juvenil que mira a los ojos del Elche y de quien haga falta.

Larrazabal de lateral, Ros o Igbekeme en la medular, Vuckic en punta… No es serio. El Real Zaragoza es un equipo cogido por hilos demasiado finos con Narváez en la puerta de salida. Le ha llegado para derrotar al Elche en una demostración colectiva encomiable y con la cantera como auténtico elemento diferenciador. No es suficiente para lo que se viene encima a partir del 13 de agosto sea guerrear por la permanencia o aspirar a colarse entre los seis primeros, ahora mismo una utopía. Casi como la firma definitiva de una compraventa que todo lo condiciona y ensucia.

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