Sanllehí ante los vecinos del norte

He tenido que esperar para ponerme a escribir este artículo de opinión. La decepción y el dolor de cabeza tan intenso que me produjo el martes por la noche el partido en el Carlos Belmonte ha colapsado voluntariamente mi sentimiento de tribulación. Es algo que ya desde hace años practico cuando estoy afligido, colérico o iracundo; se trata de no decir aquello que piensas porque es mejor no expresarlo. Y la actuación del Real Zaragoza, su técnico y sus jugadores estuvo muy por debajo de lo exigible. Salir a no perder, a que no disparen los adversarios, a jugar en horizontal porque nadie se fía de Pape Gueye aunque sea titular. El hombre anduvo perdido y escorándose a la banda para recibir algún balón. El centro del campo está dinamitado y con minas por donde es mejor no pasar, aunque solamente estallen cuando pisan los nuestros. Ante un Albacete que siguió el guión de no molestar, de asumir como bueno el empate después de mirar a los ojos de sus adversarios que tenían deseos de volver a casa. Supongo que para preparar con ferocidad la llegada del Huesca. Con los consejeros y Sanllehí en el palco desconocedores de lo que puede ocurrir en la grada con una derrota frente a los vecinos del norte.

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