Ser aficionado pese a la Fundación

La directiva que gestiona el destino del Real Zaragoza desde el 2014, representada en unos patronos y una Fundación, ha establecido desde su llegada una pauta de actuación sobre un mapa de innegociable prioridad económica. Para reducir progresivamente la deuda o aplazarla y para conseguir, como empresarios, beneficios de lo que consideraban que iba a suponer un suculento negocio para su principales accionistas. De principio a fin, si es que definitivamente echan la persiana a su periplo en el club, se han distinguido por un trato frío y lejano con el aficionado en general, considerándolo como un elemento interesante financieramente en la faceta de abonado pero incómodo en su perfil de personaje emocional y crítico.

Su política de apariciones públicas se ha ido reduciendo a la nada, dejando análisis, explicaciones y reflexiones en la voz de sus directos deportivos, excusándose en que su función es meramente ejecutiva. Desde que se supo que de por medio había una operación de compraventa, todos los miembros del consejo y su director general, quien bien podría tener su despacho en la cámara mortuoria de Tutankamón, han acentuado aún más sus ausencias en mitad de un silencio definitivamente sepulcral, un hermético enroque que apunta cada vez más a un rotundo fracaso en las negociaciones con los diferentes interesados que hayan podido existir. Se acaba de lanzar la campaña de abonados sin presentación y con una furiosa reacción de los implicados por la racanería del club hacia quienes pagaron sus carnés el curso pasado pese no poder acudir a un solo partido. Se ha fichado un solo futbolista y se van escapando otros que figuraban en la lista de favoritos. El equipo, en manos de Torrecila y JIM, se asemeja a un oasis con un manantial cada vez más seco en pleno desierto institucional.

A la afición –abonados, socios, peñistas y simpatizantes– se le mantiene incomunicada. Más que nunca. Precisamente en un momento en el que debería suministrarse alguna noticia para destensar una atmósfera que fluctúa entre la incertidumbre y el pánico. Sea cual sea el mensaje, por respeto a una masa social que, ahora mismo, supone el gran y único patrimonio del Real Zaragoza. Muy al contrario, la Fundación ratifica con su acostumbrado mutismo que está compuesta por personajes a quienes habría que entregarles una guía para entender lo que significa un club de fútbol, con el aficionado como pilar esencial de su estructura. Aunque transitemos por la desafortunada era de las Sociedades Anónimas Deportivas, el pedigrí de los clubs está proporcionalmente relacionado con la cantidad de sus seguidores. Y el ejército del Real Zaragoza, además de ser de los más numerosos del fútbol español, se distingue por su fidelidad y por su capacidad para soportar incluso nueve temporadas consecutivas en Segunda, una prueba de resistencia ejemplar, titánica.

Los actuales dirigentes, al margen de Luis Carlos Cuartero aunque ha vivido siempre este deporte sin un gramo de pasión, contemplan el fútbol a una distancia sideral de sus raíces. Alierta, Blasco, Sainz de Varanda, Uguet, los Yarza, Forcén e incluso Christian Lapetra, que nada ha aprendido de la rica herencia que le entregó su apellido, son mediocres o nulos receptores de lo que late más allá de las cuatro paredes donde se han aislado con insolente soberbia. El aficionado es un ser fastidioso que les lanza la verdad a la cara, una verdad sencilla, directa, contundente. Por que ella transporta el amor propio y el inexplicable; el sentimiento de pertenencia; el pago puntual de cuotas; el orgullo de ser de un equipo por convicción o rico traspaso de generaciones. A miles de kilómetros, en el hogar, en La Romareda, viajando en la mayoría de las ocasiones con pocos medios para apoyar a los jugadores.

Puede que al Fundación todo esto le suene a chino con lo sencillo que resulta aprenderlo. Pero claro, para aprobar esa asignatura que ni siquiera saben que existe hay que haber visto y sentido miles de lágrimas por una derrota o una victoria; por un título perdido o ganado; por un descenso o un ascenso… La ilusión de ser zaragocista nada más y nada menos. Me pregunto si en la intimidad no les dará vergüenza cómo están tratando a quienes sienten el club como suyo. Pero no escucho nada.

One comment on “Ser aficionado pese a la Fundación

  • Maño de Vilassar , Direct link to comment

    Ser aficionado y antiguo socio con la Fundación es una experiencia durisima. De lo que me alegro más es que mi difunto padre no esté asistiendo a este despropósito de ver a personajes como el ex jugador Cuartero (mediocre defensa y pésimo dirigente) o como se está enfangando el apellido Lapetra

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