Lo que menos le conviene al Real Zaragoza son derrotas. Por supuesto con la Liga en el foco principal, pero tampoco en la Copa, donde caer, además, significa la eliminación. Y ya no es despedirse de un torneo cuya relación con el club no la manchará nadie aunque se lo proponga, sino la forma de hacerlo, con la falta de puntería juegue quien juegue y con errores defensivos que, en una realidad paralela, llevaría pena de cárcel. Una vez más, la impresión fue que cualquier rival le puede ganar ponga la carne el asador o esperando a que pase el autobús zaragocista cargado de regalos. El equipo aragonés tiene un espíritu filántropo que para si hubiese querido Lorenzo de Médici. En una noche como la de Reyes, no iba a ser menor su fútbol generoso con el enemigo. Después de adelantarse en el marcador con un gol de los años sesenta, un centro tenso perfecto de Larrazabal que Raí cabeceó como un señor ariete, los madrileños remontaron cuando la concentración ha de ser máxima: al final de ambos tiempos. Guitián tiró el fuera de juego con descoordinación y habilitó a Ernesto para que empatara mientras Ratón, lento en la reacción, hacía punto de cruz bajo el larguero. El 2-1 podría ser la repetición de todos los corners defendidos por el Real Zaragoza, peinado en el primer palo y con un futbolista, en este caso León, solo en el segundo para marcar sin oposición alguna. Un desastre que habla muy mal de la estrategia de este equipo para protegerse a balón parado. No es cuestión de ensayar, que lo hacen, sino de ejecución cuando la simulación se transforma en fuego real, y ahí se abandonan todos como si un ancla les fondeará en un lodazal.
Lo que importa es el Logroñés, este viernes. Muy bien, se acepta el orden de prioridades. Pero para un conjunto que necesita ir a más porque a menos es casi imposible, perder supone un paso atrás psicológico que no ayuda en nada. Más bien todo lo contrario: genera un mayor número de dudas, de incertidumbre y de inseguridades en un grupo que no luce precisamente por su personalidad. El Real Zaragoza pudo haberse distanciado en el marcador y pasar a la siguiente ronda. Raí, que dejó detalles que no otros compañeros ni imaginan en sus sueños, falló en un mano a mano que le concedió Bermejo, el mejor de la noche con su salvoconducto táctico para moverse libremente. Larrazabal también puedo hacer sangre, pero disparó al cuerpo del portero en otra delicatessen de Bermejo. En este partido se siguieron manifestando algunas cosas, sobre todo en ataque, donde Vuckic anduvo siempre con el callejero en mano preguntándose dónde situarse. El Toro, cuando salió, tampoco puso el GPS e Iván Azón, todo corazón, se gastó en una lucha infructuosa. El uruguayo volverá a ser titular frente al Logroñés, que para eso lo reservó JIM, quien ha depositado su fe en ese futbolista que es «la leche». Hay algunas puntualizaciones que pagarían a precio de oro los hermanos Coen para sus películas de humor negro.
Para las estadísticas, fue la primera derrota de JIM. Tampoco estuvo fino el entrenador con los cambios finales (un central por otro…), aunque al final los responsables directos fueron sus jugadores. La cuestión es que el Real Zaragoza deja la Copa a un lado y entra de lleno en la Liga. Lo hará sin ningún refuerzo y con titulares y reservas, en su mayor parte, que no ofrecen garantías para competir con seguridad. Lo del Logroñés es una final como consecuencia de la falta de respeto de la Fundación 2032, de su manera de encubrir y acallar su poca capacidad para elegir a profesionales deportivos con un mínimo de recorrido y un mucho de sumisión. Nunca este club estuvo en peores manos. Jamás. El viernes empieza la carrera atrás para huir del descenso a Segunda B. Si hubiese un mercado invernal para directivos, la purga debería ser completa. Hasta aquí han conducido a la institución y a una afición que para ver la Copa con ilusión ha de visitar la sala de trofeos. Si antes no los han vendido para cuadrar cuentas.