Sumando en el abismo

El Huesca se desliza sobre todos todos los asfaltos aceitosos del campeonato, el deportivo, el psicológico y el de la reconstrucción constante, el de una reinvención primero de sistema y de futbolistas que se van sumando a la causa con Pacheta. Y, por supuesto, el de una clasificación a la que va ganando terreno desde el abismo. Cada encuentro lo juega sin paracaídas y, sin embargo, sin miedo a las consecuencias. El Éibar, pese a su mal torneo, es siempre un enemigo en el más amplio sentido de la palabra, y en la primera parte puso al conjunto oscense sobre las cuerdas con su estilo directo y su gran profeta, Kike García, que falló en dos ocasiones muy cerca del gol. Pedro León envió un lanzamiento a la madera como rúbrica a ese asedio puntual.

El encuentro tenía aroma, sabor y textura de empate en un pulso de supervivientes, un partido de pico y pala, hasta que Ferreiro y Maffeo convirtieron la banda derecha en una zona de gran progreso y amenaza para los armeros, que empezaron a sentir las inclemencias que suelen atenazarles en Ipurúa. Un taconazo sutil y maravilloso del centrocampista para el lateral acabó sobre las botas de Sandro, que había entrado poco tiempo antes por Escriche. El canario fusiló a Yoel y, a falta de diez minutos para el final, lanzó al Huesca hacia un triunfo monumental para sus aspiraciones. Pero dos vueltas del minutero después, Diop cabeceó a la red un córner y estableció la igualada que salvó de inmediato Álvaro Fernández en un disparo a bocajarro de Kévin Rodrigues.

El punto, fruto de un enloquecido tramo final donde los azulgrana apenas disfrutaron el triunfo durante un suspiro, es de lo que suman para mantener encendida la fe de un Huesca sobre la montura de todos los peligros.

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