El trastorno de estrés postraumático es un problema mental que padecen pacientes que sufren experiencias traumáticas dolorosas. Los conflictos bélicos, las catástrofes naturales y una gran variedad de conductas delictivas provocan en quienes los sufren una serie de síntomas que pueden incapacitar la vida cotidiana de las víctimas. Estos problemas pueden aparecer poco o mucho más tarde desde que ocurre el impacto que lo provoca. Tampoco la repercusión de la gravedad del suceso es la misma para cada persona. Su duración va de unas semanas a varios años. Incluso se puede instalar de forma crónica. Las organizaciones y grupos humanos también sufren de forma colectiva este tipo de problemas que debemos afrontar desde la psicología.
Nuestro paciente llega al diván de nuestra consulta tras un primer partido en el que quería olvidar el pasado sin dejar de pensar en él. Mal asunto. Para colmo le habían invitado el primer día de curso a la fiesta de un grupo recién llegado del país (vasco) de la ilusión. Si algo dificulta la recuperación de un paciente con psicopatología traumática es ponerlo frente a un adolescente con ganas de comerse el mundo, y al adversario.
Es cierto que el partido comenzó cuesta abajo desde el banquillo. Uno miraba a Gabi y veía a Edward Norton interpretando a Monty Brogan en su última noche en libertad, antes de entrar a prisión (La última noche, Spike Lee 2002). En cambio, volvías la vista a Ion Ansotegui, el entrenador rival, y el traumatismo te lo imaginabas en tu rostro como le miraras un poco mal. No sabemos si fue por la ionización inicial, o por la fundición natural de la tierra del norte, pero el caso es que la cara del boxeador euskaldun logró revivir todos los fantasmas blanquiazules. Los discípulos del filial ejercieron de aizkolaris cortando los troncos maños. Curiosamente, Ochieng,el kenyata menos vasco se marcó un sprint bailando un aurresku delante del cancerbero visitante.
La elección del estadio fue inteligente por parte del adversario. Si alguien quiere evitar un mala experiencia, ponle en un decorado que le recuerde a los sufrimientos del pasado para hacerle sudar más que la humedad que sentía Donostia. La retransmisión por la televisión aragonesa nos recordó con su luto en la pantalla la muerte del que fuera presidente de Aragón, y gran aficionado al fútbol, Javier Lambán. Los mensajes de la liga trasladaban su pesar por las víctimas de los incendios en España y la solidaridad con los territorios afectados. La Liga, que con acierto estuvo respaldando a Ucrania tras la invasión rusa, sigue olvidando el genocidio palestino que está cometiendo Israel. La afición y la emoción eran mañas. El estadio parecía el Real Zaragozarena, más bien. Los acompañantes del enfermo se encargaron de recordarle que forman tanta parte de su trauma como de su recuperación. Pero al final las pesadillas atraparon unas piernas que trasladaron la memoria de las neuronas al césped.
En la última pausa de hidratación Gabi subía sus hombros frente a la mirada inapetente de Tasende. No sabemos si le daba explicaciones o se las pedía, pero los gestos de incomprensión mutua adivinaban el resultado final.No habíamos mandado nuestra escuadrilla zaragocista a enterrar una pesadilla sino a soñar de nuevo. Pero doce años de apostolado en el infierno futbolístico necesitan muchos “Judas” de calidad para huir de Satanás.
Un grupo es una suma de muchos yo. Un equipo es la construcción de una identidad con un objetivo común, compatible con los horizontes individuales. El Real Zaragoza necesita definición y/o eficacia. Pero la psicología actual de este equipo se ha quedado a mitad de todo en medio de la nada. Ni se ha cerrado la identidad (tengamos paciencia). Ni se ha apostado por la eficacia. Quizás no haya recursos para todo. Pero con lo que tenemos, es posible construir un camino, aunque esté lleno de baches. A la intensidad sólo se le vence con concentración. La Real fue intensa en sus faltas y en su eficacia. Y los maños quisieron jugar como si fueran superiores a un equipo que era inferior. Un error. Juega como inferior para ganar como superior (incluso con los que son inferiores a ti). Las ganas de olvidar el pasado lastran el futuro. En estos momentos, la cabeza tiene peor rendimiento que las piernas. Así que utiliza la musculatura y la rapidez para imponerte a un cerebro que sigue prisionero de la clasificación del pasado año. Luego hay misterios que resolver en el seno del vestuario. ¿Por qué no jugar con las armas del rival? Juventud contra juventud y Pau Sans contra los demás chicos. Bazdar ¿Y guardar la ropa? No juega porque la melancolía sigue en sus botas o en su cabeza. La gran pregunta del pasado y no sabemos si del presente. Casi nada.
El partido psicológico del Real Zaragoza nos ha mostrado un equipo con señales evidentes de estrés postraumático. Es lógico tras sufrir tan graves y reiteradas catástrofes futbolísticas. Pero requiere un tratamiento individual y grupal. La terapia cognitivo conductual tiene muy buenos resultados en estos pacientes. El cambio de escenario y algunas lecciones aprendidas nos pueden ayudar para afrontar la nueva temporada. Pero para huir de los elefantes acumulados de la habitación del fútbol maño, lo mejor no es olvidar a esos paquidermos que salen de la mano de los jugadores en cada partido, año tras año. No olvidemos que no es posible vencer a la ansiedad, porque los nervios siempre ganan. Lo importante es convivir, domar y acompañar a los fantasmas, porque eso nos da la seguridad de no tener que evitarlos para lograr nuestro objetivo.