Un flash sin motivos

Este verano está siendo muy positivo para el Real Zaragoza en su totalidad al margen del calor que nos está aplastando sobre el cemento cuando vamos por la calle y nos hace imposible dormir por las noches. No quiero ni pensar si estuvieran el amigo Montes Torrecilla como director deportivo o jugadores como Pape, Igbekeme o Sabin Merino (que aún pertenece a la plantilla zaragocista).

La ilusión, totalmente justificada, comenzó con la renovación de los abonos antes de terminar el mes de junio y se prolongó con la confianza de la afición al mismo tiempo que Juan Carlos Cordero cumplía escrupulosamente con sus compromisos. Salidas incluidas, que han supuesto una descarga formidable en una plantilla completa. Ayer recibimos a Manu Vallejo que mostró su alegría por estar en Zaragoza y competir por un puesto muy difícil dada la confección del grupo. Como también la alegría del banquillo con jugadores que apenas han tenido minutos o incluso no han debutado, que saltaban a saludar al público al finalizar el partido contra el Valladolid.

Lo único que me preocupa es que el once titular que decida Fran Escribá ante el Tenerife no compita desde antes de comenzar el choque; quiero decir, que se deje llevar emocionalmente por las dos victorias consecutivas y sea sorprendido por un adversario que saldrá con mucha intensidad al terreno de juego. Es algo mental, involuntario, colectivo o individual, pero que puede cambiar la filosofía del encuentro en caso de encajar un gol.

Es hablar por no callar, la costumbre de esperar que algo salga mal cuando las cosas van bien por los diez años anteriores de fracasos, penalidades y desgracias. Es solamente un flash que proviene de las neuronas pesimistas y que no tiene motivos en absoluto de ocurrir. El partido hay que jugarlo y, como bien sabe Escribá, si no se puede ganar que no se termine perdiendo.

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