Vamos a lo importante: cómo salvar al Real Zaragoza

Expuestos en la plaza publica todos los responsables del fracaso, ahora corresponde atender a la permanencia, que pasa por la vuelta a los cinco defensas y la suma de cuatro victorias

Cordero, Víctor, Aguilar, De los Mártires, López, Ramírez, la propiedad y la mayoría de los futbolistas han quedado inmortalizados en el paseo de la fama del Real Zaragoza y no precisamente con una estrella, sino por su complicidad en la gestión más irresponsable que se recuerda en la historia del club. Las cabezas de los presentes y del ausente por deserción han sido señaladas o solicitadas como culpables de la demolición progresiva y personalizada de un conjunto que se encuentra a dos puntos del descenso. Y se supone, si es que queda una pizca de decencia profesional en el núcleo de la SAD, que la nómina sufrirá una completa renovación cuando acabe este auténtico carnaval de la desfachatez. El tiempo restante, sin embargo, no se puede desperdiciar en atizar a diestro y siniestro a todos estos personajes, porque lo que necesita el Real Zaragoza es que se le atienda en lo urgente, que es la salvación. La dinámica, el rendimiento, los resultados, el estado de forma de los jugadores y la pájara que sufre el actual entrenador indican la dificultad extrema de la empresa, que no su imposibilidad siempre en cuando se aparquen los fusiles y se acuda al arsenal de la lógica.

Para seguir una temporada más en Segunda, que no tiene nada de honroso pero mucho de trascendental si el futuro se afronta con un vasto cambio estructural en la institución y en el diseño de un proyecto de verdaderas ambiciones, hay que realizar un par de lecturas en frío. Una, que posiblemente se necesitan cuatro victorias más, a lo sumo cinco, en las doce jornadas que restan hasta el final de la competición, cifra asumible en términos cuantitativos. No es cuestión de preguntarse a quién se va a ganar o si hay rivales más o menos asequibles después de sumar tan sólo dos triunfos en 17 encuentros, sino de establecer un plan que parta de cero con el objetivo de ir recolectando puntos. La otra atañe a la forma en la que recomponer un equipo destrozado y sin grandes herramientas cualitativas, asunto primordial que sin duda se debe abordar con las enseñanzas que ofrecen el vestuario con se cuenta y los diferentes sistemas que se han empleado a lo largo de curso para explotar lo mejor posible los recursos.

Con Ramírez o sin él, el sistema de los cinco defensas en las vigentes circunstancias se eleva por encima del resto de las apuestas. El perfil suicida que impuso Víctor Fernández y que retomó el técnico canario por no soportar la presión de mantener su correcta e inicial idea de protegerse al máximo de las múltiples deficiencias defensivas, carece de sentido alguno. A campo abierto, como ha quedado demostrado sin ir más lejos ante Sporting y Eldense, el Real Zaragoza derrocha vulnerabilidad porque le falta rigor, físico y bastante talento por mucho delantero que apile arriba. No es sencillo manejar esos equilibrios sobre un alambre tan fino de opciones, condicionadas además por las lesiones.

Aun así, tres centrales y dos laterales más pendientes de sus espaldas que de pisar el acelerador hacia el área contraria parece lo más sensato. En ese dique, hay que realizar dos retoques imprescindibles. El regreso de Poussin a la portería y situar a Arriaga en una medular lo más compacta posible –el hondureño es un despilfarro de central por muy bien que haga su trabajo–. Gustará más o menos este formato, pero no está el Real Zaragoza para satisfacer paladares ni caprichos, sino para no precipitarse a Primera RFEF. En esa tesitura de máximo peligro, cerrar el grifo de los goles en contra es primordial aunque sea por acumulación. El goteo ofensivo ya llegará.