La cantera y el examen de septiembre

Juan Ignacio Martínez es un entrenador, como la mayoría, que considera que la veteranía es un grado, que los objetivos han de forjarse sobre una base de sólida experiencia. Los fichajes de futbolistas cuyo destino es la titularidad, Fran Gámez, Petrovic y Álvaro Giménez, además de recorrido superan la barrera de los 30 años, con la frustrada contratación de Peybernes de fondo, otro jugador curtido. Lluís López ha ocupado su lugar, una elección que contrasta con el perfil del central francés, y Borja Sainz es una apuesta experimental más por las bandas tan mal ocupadas en las últimas temporadas. De los cinco, sólo el lateral ha dejado buenas sensaciones teniendo en cuenta que el resto apenas ha tenido minutos para presentar sus auténticas credenciales. Lo más concluyente de esta primera lectura superficial, es que el mediocentro serbio necesitará mucho rodaje para entrar en el equipo desde el inicio.

El Real Zaragoza, en estas dos primeras jornadas y con la previsión de traer un par piezas más de carácter ofensivo y la posibilidad cada vez más próxima de que siga Narváez, se está construyendo, aunque no se sabe todavía muy bien para qué. Desde luego, no para ser un conjunto de cinco estrellas. El problema que remolca en el centro del campo y al que no parece que se vaya a poner solución va a condicionar el proyecto. Eguaras, Igbekeme, Bermejo y Adrián –con Zapater siempre en la recámara aunque con más tablas que sus compañeros– y un Francho de luz intermitente en este arranque, componen un medular demasiado delicada y chaparra en labores defensivas como se ha podido comprobar ante Ibiza y Valladolid. El agujero en esa zona es kilométrico por falta de físico y velocidad. Son los mismos del curso anterior, salvo Petrovic, pero alejados del espíritu corporativo que desplegaron para ayudar a la salvación. Corren agotados y quizás no sea porque estén peor preparados, sino porque con esa configuración centrocampista ha caducado para competir más allá de por lo que lo hizo. Repetir por segundo año con éxito el esfuerzo para el que no se está preparado, erosiona mentalmente. Y se está notando.

A mediados de septiembre habrá argumentos más consistentes para emitir juicios, una vez que los nuevos y los que faltan por aterrizar estén integrados por completo. Antes de que llegue esa fecha, sin embargo, se pueden entrever algunos detalles que ganarán pujanza cumplido ese periodo de asentamiento. Por ejemplo, que aspirar al ascenso es una empresa ingente ahora mismo para el Real Zaragoza, un ilusión lícita entre la afición y los integrantes de la plantilla a la que desde fuera hay que poner coto realista. Soñar es libre; insistir en ello puede resultar una condena perpetua si no se cumplen. ¿Está el conjunto aragonés preparado para asumir un ejercicio de transición? Debería ser instruido para todos los casos por lo incierto de su genética y para no dejarse arrastrar por el desencanto de un bloque donde no sobran los líderes.

Los peligros vividos y superados de campaña anterior han de servir de lección. Saber estar y admitir que todavía existen importantes vacíos estructurales es la mejor manera de fortalecerse para disimularlos, para trabajar desde la coherencia de los profesionales en vigor ya que no serán subsanados por la economía pobre y rácana de la directiva. Tampoco, en principio, desde la cantera. Y aquí, el debate se abre sobre la mesa de lo razonable, no de la demagogia. Iván Azón cometió un fallo tremendo en Pucela, y luego Roberto le adivinó un tiro que se había ganado el delantero a pase de Igbekeme. Juan Ignacio Martínez hizo algo que no es propio de él y que lindó con el mal gusto al sustituir y marcar a fuego al zaragozano tras el descanso. Ese relevo por Álvaro Giménez debería haber sido más ceremonial, menos acusador, esperando a ejecutarse con la segunda parte en marcha. Pero JIM se equivocó en las formas y en el fondo aunque su intención fuera la de mejorar el ataque, porque a Álvaro ni siquiera se le vio para errar.

Azón se ha despedido de la titularidad. Que no regrese a ella sería una mala noticia para el chaval pero buena para el equipo, porque el entrenador sólo le recuperará en caso de fracaso atacante. En esa antesala de jóvenes colaboradores también se sienta Clemente, por detrás de Lluís López. ¿Por qué? Pregunta sin respuesta, o con la excusa de que hay que justificar su llegada. El aragonés, como mínimo, está al nivel del exfutbolista del Espanyol. La diferencia entre ambos podría establecerla la confianza que se otorgue a uno o a otro. A Francés le mantiene su altísimo rendimiento. Si en algún momento baja de la excelencia… Ángel López estará a la sombra e Gámez mientras se recupera Vigaray, que irá para largo. Pero, ¿y Puche y Carbonell, eliminados de un plumazo en cuanto se han inscrito a los nuevos? ¿Y Pablo Cortés, que se le envía a la ingrata Tercera cuando tiene modales de jugador sobrado para esta plantilla?

JIM va apostar, como hacen la mayoría de sus colegas, por un equipo con callo. Es su decisión y se ha ganado todos los respetos aunque haya motivos para discrepar en algunos aspectos. El examen de septiembre espera sin que quizás haya que presentarse, señal de que el entrenador y sobre todo el Real Zaragoza van por buen camino y han construido una autopista sobre el abismo centrocampista. La lástima es que para ver con más o menos asiduidad a Azón, Clemente, Puche, Carbonell o Cortés tenga que producirse un cataclismo, un escenario para quien nadie, ni chicos ni mayores, está suficientemente preparado.