La compraventa del Real Zaragoza, un episodio latoso e incómodo por los bandazos que ha dado sin concretarse aún de manera oficial, tiene un acuerdo cerrado con el grupo inversor americano que lidera el magnate estadounidense Jorge Mas. Así lo reconoció en Príncipes de París el máximo accionista del club, César Alierta. «Ya hemos llegado a un acuerdo con el grupo americano que nos ha presentado Fernando de Yarza». «Ahora se tienen que dar los pasos correspondientes en este tipo de operaciones». Ese proceso administrativo y económico para que se produzca el cambio accionarial está siguiendo una pauta morosa para la afición, que reclama desde hace tiempo un urgente relevo en la propiedad para darle a la institución una proyección deportiva distinta y ambiciosa, y una vez más muy preocupante para la planificación de la próxima temporada. El silencio ha caído sobre este capítulo todavía abierto después de una batería de informaciones que ponían rostro a los socios de Jorge Mas y al hombre que asesoraría deportivamente a la nueva propiedad como director general o CEO, Raúl Sanllehí, exjefe de Fútbol en el Barcelona y el Arsenal.
En teoría, falta un documento para que autorizar la transferencia internacional de 16 millones de euros que este grupo ingresaría para hacer frente a la compra del 91% de los títulos, mientras de deshoja la margarita de si Fernando de Yarza y Juan Forcén, padrinos de la oferta de Jorge Mas, han incluido en la letra pequeña que se les reserve un nicho de poder para sumar en la venta sus acciones a las de familia Alierta. La lentitud de estos trámites tiene un efecto nocivo que apenas se contempla pese a haberlo vivido y sufrido el pasado verano. A dos meses de finalizar la competición y con la permanencia en el bolsillo, requisito indispensable para que se ejecute la operación, el Real Zaragoza desconoce como equipo cuál será su arquitectura humana en los despachos y en el vstuario y cuáles los objetivos de cara al próximo curso. Juan Ignacio Martínez, el entrenador, finaliza contrato el próximo 30 de junio, al igual que el director deportivo, Miguel Torrecilla. Se desconoce el futuro del técnico a partir de esa fecha pero más delicado es aún la sombra que cubre el porvenir del ejecutivo, pendiente asimismo de las directrices de un director general, Luis Carlos Cuartero, que se supone que será desplazado por Raúl Sanllehí.
La situación está provocando un segundo colapso. El deporte profesional tiene establecidos sus tiempos para la configuración de las plantillas y no son estos tan cortos en los que se maneja el club, y el Real Zaragoza va otra vez contrarreloj para presentarse en el mercado cuando la persiana esté medio bajada. El caos escenificado en la concentración de San Pedro del Pinatar, que se desarrolló con un solo fichaje, el de Fran Gámez, futbolistas en la puerta de salida por diferentes causas como Igbekeme o Narváez, un buen puñado de canteranos para hacer número y la venta ambulante de pomadas por parte de JIM y Torrecilla pese a las estrecheces del límite salarial, amenaza con repetirse. Entonces sonaba el sainete de Spain Football Capital, y ahora se reducen los márgenes de maniobra siempre y cuando el comprador, Jorge Mas, responda a lo previsto. El escenario, no siendo idéntico, presenta estos matices de atasco nada saludable.
Torrecilla sigue ejerciendo su papel con la presentación muy a la baja de ofertas de renovación y ampliación de contratos a Francho Serrano y Alejandro Francés, ligados contractualmente hasta 2024 y con cláusulas de rescisión de 10 y 8 millones de euros, respectivamente. Los dos, al igual que Iván Azón, también unido al club hasta esa fecha y con otros 10 millones de rescisión, juegan con ficha del filial después de que en el mercado de invierno se les negara dorsal del primer equipo como se les había prometido. Los cedidos Álvaro Giménez, Nano Mesa y Borja Sainz están pendientes de, seguramente, regresar a a sus destinos de origen. Muchos frentes abiertos, junto al de futuros fichajes que ya deberían estar apalabrados o firmados. Esa niebla que no acaba de despejarse con la compraventa forzará la improvisación y las prisas en un Real Zaragoza que va a cumplir su 10 aniversario en Segunda división.