A por 12 puntos más con curvas cerradas y el motor gripado

Los números de Juan Ignacio Martínez desde que se hizo cargo del Real Zaragoza sitúan al entrenador como un profesional muy solvente. Ha hecho su trabajo de nota. Indiscutible. Pero no lo ha terminado porque la herencia que le dejaron, en forma de una plantilla insuficiente a la que colaboró a empobrecer con Torrecilla al no reforzarla en invierno como exigía, pedía una reacción monumental. El conjunto aragonés salió de los últimos puestos y ahora está a tres puntos del descenso, lo que se aproxima a la hazaña. Sin embargo, en esa ascensión a una pared vertical, el margen de error no se contemplaba, sobre todo en partidos contra rivales directos. Con tan escasos argumentos futbolísticos y obligado a disputar cada jornada una final, el equipo ha empezado a pagar todos los peajes, entre ellos la ausencia de una identidad concreta que le tiene reinventándose en cada partido. Su plan, tradicional en este tipo de tesituras, es defender y esperar a que caiga un gol, una faceta, el ataque, que le martiriza porque solo Narváez responde frente a la invalidez de los tres puntas fichados, El Toro, Vuckic y Alegría.

Si llega a ganar a Logroñés y Cartagena, con 40 estaría a seis o siete puntos de la permanencia (esa es la tendencia en estos momentos). No lo ha hecho y, además, ni lo ha merecido. La tensión y la gravedad se acentúan mirando el calendario y un ramillete de adversarios de pedigrí que se juegan el ascenso a Primera por una u otra vía. Esa hiperresponsabilidad, las taras de fábrica y la inseguridad en sí mismo han provocado que de los últimos 28 puntos tan solo consiga 9. Empató en Sabadell y desde entonces ha logrado dos triunfos (Tenerife y Mirandés), tres derrotas (Alcorcón, Oviedo y Rayo) y tres empates (Sabadell, Logroñés y Cartagena). Es lo que tiene vivir en una crisis constante de identidad a la que se suma una crisis de resultados en el momento crucial del campeonato.

JIM lo está intentando con el vestuario que le entregaron y con el que se mostró conformista en la ventana invernal. En este sentido es también muy culpable de lo que está ocurriendo. Queda por descubrir cómo se gestionan deportiva y psicológicamente encuentros que parecen imposibles para sumar doce puntos como mínimo. Necesita esa cantidad en los diez partidos que restan, lo equivalente a cuatro victorias. Además cuando llegan las curvas más cerradas, después de haber patinado en lo que parecían rectas despejadas. Son las consecuencias de tener que remontar posiciones por arrancar mal y tarde y con el motor gripado por no querer mejorarlo en boxes.

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