Bombas de napalm sobre el Real Zaragoza

En la rueda de prensa de ayer, Juan Ignacio Martínez deslizó durante su charla que frente al Amorebieta suceden muchas cosas y que habrá que estar muy concentrado. Lo que ocurre con el equipo vizcaíno, penúltimo en la clasificación y con dos derrotas consecutivas muy lejos de su habitual personalidad combativa, es que se trata de un equipo muy particular, un conjunto que apela a bombardear el área enemiga en cuanto lo requiere la situación. Su formación de tres centrales y dos laterales largos persigue una seguridad defensiva que no ha logrado y un despliegue por fuera que sí causa daño en la sucesión de centros a la caldera del diablo. Larrazabal juega un papel principal como carrilero derecho (tres goles y dos asistencias), pero mañana no estará contra el Real Zaragoza al aplicar el club aragonés la cláusula del miedo que figura en su cesión.

Orozco, Olaetxea y Obieta son los que mejor se desenvuelven bajo esa lluvia de napalm. Entre los tres han marcado siete dianas y el Valladolid es el que mejor puede certificar que toda pelota que sobrevuela el área escupe fuego. El Pucela recibió un 4-1 en su visita a Lezama. Orozco le hizo un tanto que define al cien por cine al Amore después de estrellar de cabeza el esférico en el travesaño y acudir él mismo al rechace para empujar el balón dentro de la portería. El pase venía de Larrazabal. Olaetxea y Unzueta exterminaron al equipo de Pacheta en segundas jugadas provocadas por balones caídos del cielo. El Almería, líder, da testimonio de que los vizcaínos, por arriba, planean con furia. Un testarazo de Obieta aniquiló a los andaluces.

Su plan tiene algo de rudimentario en ataque, aunque sus pecados los paga atrás. Ibiza, Burgos, Sporting, Cartagena, Tenerife, Alcorcón y Lugo, gane, empate o pierda, han probado el jarabe del Amorebieta, que además de reconocerse por su fútbol directo es famoso por el seguimiento que hace de las segundas jugadas sean rebotes, dudas en el despejo o voraces acometidas. Marcarle primero suele hacerle mucho daño porque lo basa casi todo en un plan con mínimas variantes, por ello conviene desarmarle antes de que se convierta en rayo y trueno en una colina donde el Real Zaragoza no suele encontrase muy cómodo.

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