Cedrún: «Lo que ocurre con Cristian es que, de momento, ha perdido el aura»

Los porteros siempre han sido sometidos a juicio sumarísimo en La Romareda. Incluso durante la firma del contrato. Nunca se ha estudiado este curioso fenómeno, pero una de los probables causas de esa enraizada sospecha popular puede guardar relación con el excelente elenco de jugadores de campo que ha tenido el Real Zaragoza a lo largo de su historia. La mayoría de aquellos equipos estaban construidos sobre los pilares del espectáculo ofensivo, por lo que el guardameta quedaba como una figura al fondo del salón cuya función se limitaba a no romper con la estética del equipo. Si lo hacía una vez, el estadio se encargaba de recordárselo de por vida, haciéndole pagar un caro tributo por el perdón. Cristian Álvarez, portentoso desde que fichara en 2017, ha sido el único de esos inquilinos bendecidos de principio a fin porque, en esta etapa oscura y complicada del club, la mirada de los seguidores ha invertido su atención al propietario del área propia. Y allí, el rosarino ha sido héroe cotidiano. Hasta esta temporada, fruto sobre todo de sus últimos y aparatosos errores contra el Alcorcón y el Real Oviedo que facilitaron las derrotas del conjunto aragonés en una situación crítica. Su estado de forma ha sufrido un considerable bajón y empieza a ser observado como sus antepasados, aunque todavía conserva el respeto por la herencia de su monumental rendimiento anterior.

Andoni Cedrún, uno de los futbolistas más queridos en la historia del Real Zaragoza pese a ser también portero, explica qué es lo que está ocurriendo con Cristian Álvarez. «Le pasa algo muy común a todos los porteros en algún momento de sus carreras, que ha perdido el aura». Ese extravío no significa para el vizcaíno que haya empezado una cuesta abajo en su carrera, sino que se trata de «un trance puntual que le penaliza muchísimo por la situación que vive el equipo y por cómo se han producido esos fallos. En otras circunstancias, sobre todo si sus compañeros fueran capaces de ganar o remontar ese tipo de adversidades, se reduciría el impacto. De esta forma, todos focos le apuntan». Cedrún explica que el aura guarda una estrecha relación con la fortuna. «A las paradas más o menos sobresalientes, añades intervenciones fuera de lo común, extraordinarias por tu confianza o por la suerte. Donde antes hacías todo lo posible sin éxito para detener o despejar un disparo, sin más explicaciones lo consigues en situaciones inverosímiles. Cristian era un extraterrestre y sin el aura es humano. Nos ha ocurrido a todos», incide el campeón de la Recopa.

Sus errores han incidido en la pérdida de puntos vitales en el objetivo de la salvación, en dos desafortunadas intervenciones para atajar balones aéreos de no excesiva dificultad. Andoni no oculta esa realidad y la analiza técnicamente. «El gol que se mete en propia meta lo ataca tarde y no imprime la agresividad ni el impulso adecuados cuando mete el puño. En el que recibe este pasado domingo en el Carlos Tartiere, está mal colocado, en el primer palo cuando debía estar más centrado. Después intenta corregir hacia atrás y ya es demasiado tarde». Su reflexión se fundamenta en el conocimiento, carece de crítica y distingue las virtudes. «Nunca había visto un portero del Real Zaragoza tan influyente. Ganaba muchos puntos y hacia paradas donde para otros era imposible llegar. Era protagonista constante con una aportación increíble». En cuanto a la suma de otros fallos a lo largo del curso y, de repente, su cuestionado dominio de las acciones por alto, Cedrún se muestra tajante. «Si se refieren a los dos goles de córner en Ponferrada, no tiene ninguna culpa. El portero, en esas situaciones, no puede llegar al primer palo, y en ambos casos un futbolista cepilla el balón con consentimiento del marcador. En cuanto a sus intervenciones por arriba, me ha parecido siempre más que correcto, con un gran dominio y lectura de todo el área. Aun así es normal que ahora aparezcan muchos fantasmas a su alrededor».

Bajo la capa de superhéroe sobre la que ahora llueven las críticas entre duras y moderadas, habita un tipo particular, un arquero de pura cepa argentina con su peculiar personalidad, no muy expresivo en los buenos ni en los malos momentos. Cedrún, que prefiere normalizar la situación y enmarcarla en un contexto concreto, cree, sin asegurarlo, que «quizás le haya influido algo la lesión que sufrió en los gemelos y también, porque es muy canchero, que no haya público en las gradas. Le gusta palpar la intensidad de los estadios vivos sea ante su afición o frente a la de los rivales». ¿Y cuál es la solución, darle descanso? «No lo creo. Hay que darle confianza jugando el siguiente partido para que se reencuentre con la autoestima y se olvide de los errores. Para mí es una pieza fundamental para la salvación. Recuperarle y no apartarle es capital».

Dinámicas, rachas, «la gracia» divina… «No le veo preocupado ni obsesionado. Sino reflexivo, que es su principal característica. Nos ha acostumbrado muy bien, y toca recuperarle lo antes posible para la causa», sentencia con calma Andoni Cedrún.

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