El Almería y tú

Los años, los meses, los días, las horas… Me han tenido siempre sin cuidado. Pero aquel 1 de noviembre de 2009, permanece anclado en mi corazón como un barco fantasma en la niebla. Me visita de vez en cuando contigo presa de dolor, abordo de una pálida lluvia de suspiros por mí, mensajera de tu adiós desencantado. Parecía una tarde más en La Romareda y el Real Zaragoza jugaba con el Almería, como este domingo pero en Primera división. No era un partido brillante, no era aquel un equipo de ensueño. Marcaron Ángel Lafita y Pulido. Trajo la inquietud un gol de Juanma Ortiz antes del descanso. Marcelino y Hugo Sánchez en los banquillos. Pennant se había lesionado en el minuto 26. El aroma a rutina no se alteró y todo, o nada, finalizó con victoria. Al abandonar el estadio, te vi llegar de lejos, con tus ojos caramelo inundados de súplicas, gritándome perdón sin poder articular una sola palabra. La gente se iba del campo más o menos feliz, desfilando entre nosotros como si no existiéramos, ajenos a dos amantes que se tocan por última vez con las miradas heridas por la marcha, por el abandono. Creo que hacía calor pero el alma se me enfrío y la sentí rota como el hielo que se desprende de un glaciar con quien imaginaba la eternidad. Compartimos lágrimas sin beberlas esta vez, yo intenté calmarte mientras caminaba, ya solo, por la senda de las grandes derrotas. Por fin me dijiste que no podías, que no podías dejarme así, pero ya habías volado hacia otras emociones. Cuando vuelve el Almería es 1 de noviembre. Pasas delante de mí con tu vestido bordado de nieblas, distinta, navegando insensible sobre mi mar muerto hacia el horizonte que besamos juntos.

( El autor me ruega anonimato)

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