El éxito, el fracaso y la visita del Coco

Juan Ignacio Martínez se ha convertido en una especie de héroe doméstico, pero ya se sabe que este tipo de personajes están condenados a proteger a la ciudadanía en horas de oficina y en su tiempo libre. No hay relax para ellos ni para el planeta que intentan proteger, como bien recordó ayer el propio técnico. Son esclavos de un mundo hostil, en este caso de un Real Zaragoza amenazado todo la temporada con el descenso a Segunda B. Los méritos de un entrenador, de cualquier entrenador, se deberían computar al final de su intervención, pero resulta inevitable investir a JIM con toga de licenciado por los números que ha conseguido desde que se le encomendó una misión casi imposible. La salvación está cerca y lo ha logrado sin fútbol no porque no lo quisiese, sino porque no lo tiene la plantilla que le entregaron y, además, por conformarse a pasar el invierno sin apenas abrigos en el armario. El fenómeno merece un estudio del que ya hay datos para sacar conclusiones: una portería blindada; una Romareda amurallada; una capacidad ingente para sufrir; un ataque reducido a Narváez; dos juveniles, Francés y Francho, adelantados a su tiempo; un veterano, Zapater, tirando del carro como un buey sagarado; y puntos, muchos, conseguidos en los límites de la realidad, no siempre de la estrategia.

El Real Zaragoza, fracasado por enésima vez, es ahora un exitoso equipo que, recordemos, aún no ha sellado la caja de Pandora. Ese dicotomía provoca diferentes lecturas y posicionamientos. Lo que interesa es ganar como sea domina la lista de los deseos y es natural, porque un descenso abocaría al club a una situación insostenible, de terribles consecuencias y vergüenzas varias. Ahora bien, ¿hasta cuándo es soportable y rentable soportar estos largos paseos por los acantilados del infierno deportivo y social? Que La Romareda esté vacía ha ayudado a rebajar el sentimiento crítico, y en el vacío, los vacíos y las responsabilidades de los que han convertido este Real Zaragoza en patriarca de los mendigos de la categoría, lo son menos. Se impone el ahora, salir lo antes posible, justificar los medios por un mendrugo de pan. No se menta el futuro porque esta propiedad trabaja sobre la improvisación y el error como principal consejero. Entre la victoria que fue en Fuenlabrada y la derrota en Fuenlabrada que bien pudo haberse producido ya no solo por las limitaciones del vestuario sino por una incomprensible alineación de JIM, la clasificación se ha almibarado. Con tres triunfos más y si se mantiene esa tendencia ganadora en casa, la temporada pasará a mejor vida a la espera de la campaña de verano con promesas de ascenso sobre una base sin estructuras modernas, ni fundamentos, ni dinero.

El Almería visita el Municipal esta tarde (16.00). Es tercero y el Real Zaragoza, de los aspirantes al ascenso, solo ha conseguido empatar sin goles con el Mallorca. Por lo tanto, viene el Coco y no viene solo por que el calendario traerá después a toda la parentela de los miedos. El encuentro augura lo de siempre aunque acentuado por la calidad del rival: posesión a cero y que suene la flauta de Narváez. Aun así, el conjunto de José Gomes, vive tiempos convulsos perdiendo de vista un ascenso directo que era su exclusivo objetivo, por lo que en esta cita jugará a la ruleta rusa. Gente muy joven, vertical y despistada a veces atrás. El trasplante moral que el Real Zaragoza recibió en el Fernando Torres le concede la posibilidad de refugiarse en sus argumentos y aceptar una batalla psicológica que de ganarla (o al menos de no perderla) dignificaría de verdad su mala vida camino de la redención. Y serviría para coser la a la capa de JIM la medalla que le falta para pasar de héroe doméstico a superentrenador.

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