El club de los economistas tuertos

Primero se celebraron los empates casi como victorias porque tenían un componente de competitividad para, sin ser vencedores, construir una fama invencible. Nadie derrotaba al Real Zaragoza, que se inflaba a crear ocasiones y a desperdiciarlas a borbotones. La falta de puntería se justificó con una simpleza analítica de órdago con las tan recurrentes rachas y se fijó la mirada en el Big Data, que presentaba un equipo con muchos más méritos que puntos. Apareció una clasificación virtual en la que fue líder moral mientras se metía en zona de descenso muy seguro de que todo era temporal, de que el playoff llegaría como se presenta la primavera. Tres triunfos consecutivos pusieron ese jardín al alcance, pero todo se marchitó de regreso a la falta de gol, ya sin ver el área contraria en un periscopio cerrado por la naturaleza de la plantilla y con una rebaja de las prestaciones defensivas en momentos puntuales.

El Real Zaragoza no es un equipo de fútbol desde hace mucho tiempo, desde que la actual propiedad entendió que el camino más corto para sus objetivos en nada altruistas era restar deuda sin atender a los riesgos que está sufriendo el equipo en las dos últimas temporadas, desahuciado también de patrimonios deportivos como principal herramienta para cumplir con los pagos. Desde el pasado verano estamos asistiendo a la conversión del club en una calculadora sin escrúpulos, a la reunión de economistas que se han rendido a su exclusiva y torcida mirada, incapaz de perspectivas que no fueren donaciones externas públicas y privadas en el caso de CVC para seguir sobreviviendo y a la espera de que algún inversor picara un anzuelo demasiado envenenado.

Con la compraventa todos hicimos un cursillo de conceptos básicos de primero de empresariales, y también de segundo de espionaje para poder descubrir si Spain Football Capital era o no una maniobra conspiradora. Se deshojó esa margarita por su sequía de capital y ahora se sigue regando la inminencia de una venta que reflotará al Real Zaragoza a largo plazo. Mientras no se marca un gol, no se dan dos pases seguidos y se aproxima lenta pero segura la cloaca del descenso, el mercado invernal ha pasado a ser la estrella de las informaciones y las conversaciones, con un lenguaje más propio de parquet bursátil que de fútbol. Se superó el límite salarial, los trabajadores no cobran puntualmente y hay que liberar masa en las nóminas con cesiones o salidas de profesionales. Cláusulas de futuras ventas u objetivos cumplidos, tensión en el vestuario por la incertidumbre, concentración en la calle y en las gradas de los aficionados gritando que se vayan los actuales gestores, que sólo ven por el ojo que les interesa.

Mientras, Miguel Torrecilla sigue haciendo malabares con una baraja y una chistera de segunda mano. Fichando con las sobras para evitar que el Real Zaragoza frene su caída en la clasificación una vez que en bolsa ya ha tocado fondo. Se han ido Clemente, Adrián, Eguaras, Igbekeme, Ros y está con las maletas hechas Bermejo para coger vuelo hacia China. Han venido Grau y Eugeni a falta de cuatro días para resolver el problema capital que todo lo condiciona: conseguir goleadores que impidan que el crack del 2022 arruine por completo a un Real Zaragoza víctima de la especulación más ruin.

 

Foto: Ángel de Castro (El Periódico de Aragón)

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *