El extraño fenómeno del invencible Real Zaragoza

El Real Zaragoza venció a la Real Sociedad B casi sin bajarse de ese autobús que llevará a todos los viajeros este sábado hasta el despacho de Raúl Sanllehí y posiblemente Miguel Torrecilla. Allí les espera el futuro con o sin los contratos a punto de expirar, se supone que para configurar un porvenir muy distinto al de los últimos nueve años. No se saben cuántos entrarán por esa puerta para quedarse, pero si se quiere diseñar un proyecto mínimamente ambicioso, la mayoría tendría que salir para dejar su espacio a otros profesionales que eleven al conjunto aragonés de la clase media baja a la alta sociedad. En Anoeta jugó con la fragilidad defensiva del Sanse en una primera parte en la que su tradicional falta de puntería y timidez ofensiva le impidieron sentenciar el encuentro con una goleada de las gordas, pero consiguió dos dianas de sus máximos anotadores del curso, Azón y Vada, y sesteó en la segunda parte sin sufrir más allá del impetuoso tanto de Andrés Martín. Un triunfo para clausurar una temporada extraña como ninguna, un ejercicio que deja amargura en el paladar y que, sin embargo, se puede considerar el éxito invisible de un equipo que ha cumplido bastante por encima de la permanencia, su objetivo original, aferrado a su resistencia a la derrota. A la espera de descubrir la auténtica dimensión que quiere imprimirle la nueva propiedad, la autopsia de este curso descubre a un superviviente, a un extraño pasajero que de agosto a mayo ha resistido a la incertidumbre constante de la compraventa y a uno de los más estrechos límites salariales. Ninguna plantilla anterior con tan poco consiguió tanto.

Las claves de la temporada

Su resistencia a la derrota
En las nueve temporadas que el Real Zaragoza lleva en Segunda, esta es la que menos partidos ha perdido (10), lo que define el espíritu del equipo y de un fórmula rústica pero eficaz de su entrenador, Juan Ignacio Martínez, para abrigar a un conjunto vulnerable en su arquitectura en la gestación veraniega y en el taller de reparaciones invernal, pero sobre todo débil en ataque. Pocos encuentros quedan en la memoria de la diversión, pero define su rendimiento el hecho de que sólo ha hayan caído frente a 8 de los 21 equipos a los que se ha enfrentado: Dos veces ante el Leganés y el Cartagena, y una contra el Valladolid, Almería, Tenerife, Mirandés, Eibar y Alcorcón. Ese hermetismo ha resultado espectacular.

Sus máximos goleadores no han sido titulares
Otro detalle que clarifica el grave problema al que ha tenido que hacer frente, heredado de la campaña anterior por una dirección deportiva incapaz de corregirse a sí misma. Los inesperados invitados a ese pequeño festín han sido Iván Azón, quien una vez más ha saltado por encima de prejuicios, injusticas y compañeros muy por debajo de sus prestaciones para marcar siete goles, los mismos que un Vada guadianesco y puntual en el áarea pese a su escasa regularidad. Ninguno de los dos dos aparece entre los once futbolistas más utilizados por JIM, Desde la temporada 2009-2010, en Primera, no ocurría algo semejante aunque con un matiz importante: entonces Colunga, con siete tantos, y Suazo, con 6, se erigieron en máximos artilleros arrancando desde el mes de enero, aunque como piezas fundamentales para José Aurelio Gay a la salvación.

Un lateral como máximo asistente
Las anomalías se agolpan en este Real Zaragoza. Habría que escarbar, seguramente sin éxito, para encontrar que un lateral fuera el máximo asistente del equipo alguna vez. Fran Gámez, uno de los fichajes más solventes, se ha encargado de repartir siete pases de gol. En espera de que acabe la jornada, se halla en el top ten en este apartado, empatado con el exzaragocista Tejero. Bermejo, con su centro de anoche para que inaugurara el marcador en San Sebastián, es el segundo de la lista con tres asistencias.

Enemigo Torrecilla
Con un presupuesto muy bajo pero una falta de recursos personales y profesionales escandalosos, uno de los grandes muros que ha tenido que sortear el Real Zaragoza ha sido a su director deportivo. De su colección de fichajes o cesiones solo se puede rescatar a Gámez y Grau. Álvaro Giménez y Nano Mesa han resultado un fiasco en el intento de reforzar la parte de arriba, con Borja Sainz dejando tantos detalles de clase como decisiones aceleradas. La adquisición a la desesperada de Sabin Merino, un delantero de rango bajo, rindiéndose a un contrato inaceptable de tres años y medio y una cláusula del miedo en el partido ante el Leganés, evidenciaron su terrible talente negociador. Lluís López, un defensa sin chicha, Petrovic, un futbolista de retirada, Vada, un verso libre sin rima constante, y Eugeni, un jugador de ratitos, dejan al director deportivo en muy mal lugar: el equipo ha tenido que sostenerse en los de siempre, en los canteranos y una defensa sólida. Su correcta limpieza invernal en el centro del campo con Grau con pinta de diamante, choca frontalmente con el caso de Sabin Merino, que ni ha visto puerta ni de lejos y con la cobarde decisión de no conceder, pese a haberlo prometido, dorsal del primer equipo a Azón y Francho. Sus negociaciones a la baja para la renovación y mejora económica de ambos y de Francés ya han sido retomadas por Sanllehí para enmendar lo antes posible una posible huida de tres futbolistas que deben permanecer por obligación y devoción.

La compraventa como gran estigma
En la pretemporada, el equipo sufrió una incertidumbre que ha ido arrastrando a lo largo del año. La intención de César Alierta de vender el club no terminaba de fructificar y hubo que adecuarse a una economía de guerra que impedía componer la plantilla con ciertas garantías de competir por la permanencia. Con 5,708 millones de límite salarial, el decimoséptimo margen en Segunda, el Real Zaragoza se puso en marcha mientras JIM y Torrecila comulgaban con una pomada indigesta por irreal, por la posibilidad de que se pudiera alcanzar de alguna manera un puesto de playoff. Esos mensajes estresaron a un vestuario ya de por sí fácil de afectar cuando se topó con diez empates consecutivos que le tuvieron llamando a las puertas del infierno, de donde salió por su propio pie con dos tacadas de victorias que le instalaron en la tranquilidad no sin sufrir otra crisis intermedia de resultados y situaciones de retrasos en pagos. Mientras, la guerra en el consejo de administración por la elección del comprador tampoco rebajó la tensión la atmósfera. Logró quedarse en tierra de nadie y en la jornada 40, el Almería venció a la Real Sociedad B y certificó la permanencia del Real Zaragoza antes de que este se midiera al Oviedo, con el que se lució en su encuentro más brillante que no obstante acabó en el 20ª empate, su maldición y su bendición.

Los contratiempos y el desencanto
Al llegar el encuentro ante la Ponferradina en casa, muy pronto Juanjo Narváez sintió molestias pero decidió seguir hasta el final. Por entonces, el máximo realizador del curso anterior, mostraba un apetito voraz que no se correspondía con goles. Había hecho dos y se le esperaba una producción mayor. Un desgarro de fibras en el cuádriceps de la pierna derecha le tuvo apartado durante cinco jornadas, y cuando regresó nunca fue el mismo pese a la tozudez del entrenador en alinearlo. El cafetero se apagó y ha acabado siendo una sombra de sí mismo, sin volver a ver puerta, sin la explosividad que le hizo popular y muy moroso en el esfuerzo y la colaboración con el grupo. Un desencanto absoluto que ha afectado a una línea ofensiva ya de por sí delgada. El Real Zaragoza tuvo que reponerse a otro golpe, las arritmias de un Jaume Grau líder y goleador de un conjunto creciente con el mediocentro en el campo. Se recuperó a tiempo para jugar y dar un cierto nivel. Un equipo sin gran armamento era exigido a situaciones límite en la trinchera.

JIM, ese entrenador listo y discontinuo
Se va. Así lo dio a entender en la rueda de prensa de Anoeta un entrenador que se ha ganado el cariño y el respeto de la grada, pero no las simpatías completas por su contundente apuesta por los veteranos incluso en las situaciones más injustificables, muchas para cubrir las espaldas de su amigo Torrecilla. El Real Zaragoza lo ha disfrutado y sufrido a partes iguales. Encontró el elixir mágico entre las viejas raíces del fútbol y le dio un motivo para creer a un grupo con mucha flojera de carácter. Una vez que comprobó que entre sus futbolistas, una vez más, no había gol, fortificó la estragtegia para protegerse de toda contingencia. En ese sentido es incuestionable que ha triunfado gracias a un quintento de cuerda tensa: Cristian, Gámez, Francés, Jair y Chavarría. No tanto en la toma de decisiones sobre la marcha, con especial inquina deportiva hacia un Iván Azón a quien ha tenido que recurrir de nuevo para darle sentido al todo conservador. Su plan ha funcionado para evitar dos descensos, pero en muchas ocasiones le han sacado de las llamas los jugadores, entre ellos los canteranos muy a pesar de un técnico encorsetado en el pasado y válido para presentes angustiosos. Se marcha con el deber cumplido en la etapa más oscura de la historia zaragocista.

 

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