El falso veranillo de San Miguel… Torrecilla

Como era de esperar, Miguel Torrecilla, director deportivo del Real Zaragoza, habló bien de su trabajo en la entrevista concedida a Aragon Televisión, con la fascinante puntualización de que el destino nunca lo puedes controlar. También de su convencimiento de que el objetivo de la salvación se cumplirá y de que está más o menos feliz con los tres fichajes de enero y con el dinero que le dieron para realizarlos porque, al margen de que solo Alegría participe, «generan competencia». Mimó a El Toro, «a quien me quise llevar a Bélgica y por el que se interesó el Rayo», y a Vuckic, que si no hubiera sido por la pandemia «habría seguido logrando más goles (se sobreentiende que en el Twente)». En esa cuestión, la de los delanteros sin gol y la anormalidad de que solo uno de los tres fichados, Alegría, haya marcado, concentró la responsabilidad en el grupo y no solo en los atacantes, y descubrió al mundo que la clave en este deporte consiste en defender bien. Ese veranillo de optimismos que el ejecutivo escenificó con un puritano discurso bajo el diluvio que está cayendo sobre el club, lo completó con que más que preocupado está «ocupado» en la inmediatez y que le consta que la directiva se encuentra en la misma línea porque lo comparte día a día en un grupo de WhatsApp creado para la ocasión. Este glorioso momento de tópicos se podría resumir en un meme, pero no está el tema para bromas aunque su intervención tuviera mucho de humorística.

No se esperaba un tono revolucionario en sus palabras. Ni, por supuesto, apuntes críticos. Sin embargo, sí se albergaba la vaga esperanza de que Torecilla, sin dramas, trasladará una conciencia mucho más profunda de la gravedad, de un Real Zaragoza que es claro aspirante al descenso a Segunda B, posiblemente a la desaparición. «Es una cuestión más psicológica que deportiva», dijo para explicar por qué el equipo acumula carencias individuales y colectivas. Siempre amable, en ocasiones sonriente con educación y, desde luego, incrédulo de sus propias palabras al cien por cien. Fue la suya una visita a los platós que no hubiese necesitado cámaras. Delante de ellas, en contra de la intenciones oficiales, retrató con perfecto trazo la banalidad, la delgada superficialidad de todos los responsables del club frente al momento más crítico en la historia del Real Zaragoza. Su veranillo, en contra de lo que se pretendía desde la cúpula, resultó la constatación de que las conciencias de los máximos responsables están congeladas. O intercambiando simpáticos chistes en el grupo de WhatsApp administrado por la insensatez.

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