La vida clasificatoria le ha dado un vuelco al Real Zaragoza después de encadenar tres derrotas consecutivas. Sobre todo por cómo se ha producido esa caída al vacío, huérfana de fútbol, sin un gol que llevarse a la boca y, lo más grave, encajando siete goles para derrumbar una seguridad defensiva que era el único argumento que le permitía navegar por zonas intermedias e incluso altas. Ese descenso enmarcado entre el final de la primera vuelta y el comienzo de la segunda no sólo es consecuencia de una mala racha de resultados, sino de la suma del comportamiento global del equipo aragonés. Su mayor penitencia está siendo la que un día fue señalada como clave de su gran competitividad: una fuerte alianza con los empates con esporádicas y apuradas relaciones con los triunfos. Ganar poco le ha conducido a un nuevo mundo, el de la lucha por la permanencia.
El playoff, aunque es posible que aún aparezca algún profeta desorientado mencionándolo como objetivo, se puede dar oficialmente por descartado. Lo que parecía una mentira lo era, y por mucha frustración que cause, ni por lo más remoto hay plantilla para aspirar siquiera a la sexta plaza. Lo más conveniente es que el Real Zaragoza se centre muy en serio en no pasar los apuros que ya ha experimentado en algunas de sus nueve campañas consecutivas en Segunda. Sin ir muy lejos, la del curso pasado, cuando a estas alturas llevaba los mismos goles a favor (17), uno más en contra (22-23) y seis puntos más (20-26). Esa media docena de unidades es la que le permite respirar con cierto holgura matemática, y que los cuatro últimos parece que se han empeñado en despeñarse. Con esta última apreciación hay que tener una prudencia extrema aun admitiendo que el Alcorcón ha saltado ya por el hueco del ascensor.
El calendario no se relaja después de haberlo reabierto en Anduva con un encuentro lastimoso. Ponferradina, Valladolid, Ibiza, Málaga, Leganés, Las Palmas, Sporting, Almería… Ahora mismo resulta más difícil descubrir si esos rivales son tan fieros como parecen o lo que provoca angustia es la mansedumbre del conjunto aragonés. El Real Zaragoza deberá recuperarse cuanto antes de esta crisis, rearmarse sobre lo que tiene porque el mercado de enero lo ve regalar nada. Volver a lo esencial, a ese formato de equipo sencillo que hace lo que sabe con un entrenador pragmático hasta la médula que en las últimas jornadas ha dejado su recetario casero en el cajón para experimentar con la cocina de autor como esos tres centrales con una base de yogur y cabeza de pollo. Y encarar la décima en este categoría tan familiar como descorazonadora donde la Fundación Zaragoza 2032 se mueve como pez en el agua.
Asoma un problema grave en esta tesitura de reflote de la nave: de los 12 clubes que, al igual que el equipo de JIM, miran en estos momentos hacia abajo, el Real Zaragoza tan sólo se ha impuesto a tres: Burgos, Sporting y el colista Alcorcón. Ha perdido con el Leganés, empatado con Ibiza, Huesca, Málaga, Lugo, Amorebieta, Fuenlabrada y Real Sociedad B. El Mirandés le aventaja en todo en caso de empate particular al término de la temporada. La traducción es sencilla: su liga va a consistir en arañar puntos de donde sea, pero sobre todo de este gruppetto ya que de no hacerlo podría darse el caso de que llegara a meta fuera de control.
El problema es precisamente el fijarse como objetivo esa tierra de nadie de la salvación. Es un lugar sin escaparates y nada motivador para jugadores que sólo tienen en mente saltar del barco a un lugar mejor. La salvación pasa por desprenderse ahora de los vada, Petrovic, igbekheme… E ir horneando en este tramo jugadores comprometidos de la cantera para que cuenten con algunas tablas en la fase decisiva. O FICHAR BIEN EN Enero. No hay más
Torrecilla tenía toda la razón cuando decía que teníamos equipo para estar en la pomada….pero no en la pomada del playoff sino en la de los puestos de descenso. Menudo visionario vendedor de humo que esta hecho el muchacho con las medianías de jugadores que nos ha traido….
Qué desazón!!