Juan Ignacio Martínez quería (soñaba) con ofrecer el regalo de la eliminatoria de Copa a la afición en el día de Reyes, y el partido le entregó al entrenador un presente que tiene desde hace tiempo pero no se atreve a desenvolver. No se comprenden bien las causas por las que no cuenta en la titularidad con Borja Sainz, por qué cuando el chico ofrece su mejor versión al siguiente partido desaparece del once o se le reclama en situaciones comprometidas como frente a Tenerife y Mirandés. El de Leioa está recorriendo su particular camino hacia la madurez y no se le puede exigir por el momento que sea el pilar de ningún proyecto. Como tampoco se debería hacer con Francés, Francho y Azón, sobre todo si el resto del tejido de la plantilla no les ayuda demasiado a crecer. El Real Zaragoza va directo a luchar por la permanencia, y en ese objetivo el vizcaíno asoma como una pieza con suficiente talento para aportar la agitación ofensiva que tanto le falta a este equipo sin gol.
Siempre que ha aparecido en el once, el Real Zaragoza ha ganado. Podría ser una dato interpretable y subjetivo, pero no. Borja, en tardes más o menos iluminadas, tiene algo distinto, diferencial, la frescura de quien interpreta el juego sin miedos y un agudo sentido de la verticalidad. Su gol al Sporting le define perfectamente. JIM no lo ve pero tendrá que hacerlo porque después de su magnífico partido ante el Sevilla, el técnico se ha quedado sin argumentos tácticos o estratégicos para arrinconarle en la reserva. Y si este tipo de citas se asumen como exámenes para quienes cuentan con menos minutos, el extremo sacó notable alto contra un adversario de tamaño europeo. Como segundo punta mantuvo en alerta a Diego Carlos y Koundé, es decir a los seguramente mejores centrales del continente. No está mal para un meritorio.
En estos momentos, por minutos disputados en la competición doméstica, es el 14º jugador en la lista del entrenador. Tiene por delante en las preferencias del técnico a Bermejo, muy lejos de sus aún tiernas pero prometedoras hechuras futbolísticas, y a Nano Mesa, un gladiador impulsivo pero sin su control de la pelota ni su capacidad de desborde. Ambos tampoco pueden exponer como coartada capacidad goleadora. JIM no pudo contentar a la hinchada con una utopía, pero el fútbol le recordó que junto a sus babuchas tiene un regalo por abrir. Y debería de hacerlo cuanto antes.
En el país de los ciegos y en un equipo plagado de medianías, el tuerto es el rey.