El rock nunca muere

Cristian, con 36 años, y Zapater, con 37, ahora en los extremos de las jerarquías deportivas de la plantilla, fundieron sus veteranías de triunfadores a medio camino para ser capitales en la victoria ante el Villareal B

Cuando Alberto Zapater debutó con el Real Zaragoza en 2004 y Cristian Álvarez lo hizo con Rosario Central en 2006, la mayoría de los niños que hoy acuden a La Romareda con sus familiares o invitados por el club para ver los partidos jugaban en el limbo del zaragocismo. Esa generación infantil, ajena ahora a todas las penurias de la institución, fue testigo este sábado de un partido, del partido, porque en ese universo sin apenas milicia y con el arcoíris vestido tan sólo de blanco y azul, estar el Municipal supone una fiesta sin parangón. Y también de que dos señores mayores eran, a sus ojos, los grandes protagonistas del triunfo contra el Villarreal B.

Ese paradón de Cristian y ese gol el minuto 93 de Zapater. El rock nunca muere. El capitán tiene 37 años y al argentino se halla a unos días de cumplirlos. El portero está acostumbrado, y en ocasiones agotado, de vivir en ese pedestatal en el que le bombardean desde todos los flancos, de ser héroe de la ilusión por el ascenso o de la agonía de evitar el descenso. El aragonés ha pasado a la reserva después de haber transitado por todos los estados desde que regresó. Mito recuperado, imprescindible, jugador de confianza hasta tocarle un papel testimonial. Ambos son los únicos de la plantilla, además de Vigaray, que pueden presumir de pasaporte de élite, de haber militado más de dos temporadas en la mejor liga del fútbol español.

Aunque sus carreras no han sido ni parejas ni paralelas, sí tienen algo en común: la felicidad ha llamado a sus puertas para entrar y salir de manera caprichosa de sus trayectorias, y sñolo lo han sido en el Real Zaragoza. Zapater se estrenó con 19 años, con un salto del juvenil al primer equipo para ser campeón del último título que figura en la sala de trofeos del club, la Supercopa. Importante para Víctor Muñoz, Víctor Fernández y Marcelino, fue traspasado al Genoa y ya no volvió ese nivel, en gran parte como consecuencia de una cadena de lesiones que le recomendaron la despedida del deporte profesional. Cristian aterrizó a España para sobrevivir a la sombra de Kameni en el Espanyol y la de Toño en el Rayo Vallecano. Seis temporadas casi siempre lejos de la titularidad le condujeron al retiro.

Se reunieron con un año de diferencia en el club aragonés: primero Zapater, el segundo jugador con más edad en marcar después de Linares,  y más tarde Cristian. Ya veteranos, ya con cicatrices de todo tipo, reclamados por un equipo herido de muerte. Y ahí siguen, como el sábado, para hacer lo que buenamente puedan. Parar un gol, meterlo en el minuto 93. Los viejos rockeros nunca mueren aunque lo parezca o quieran matarlos.

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