Por muchas veces que se haya acostado Alejandro Francés soñando con el partido perfecto, jamás habrá fantaseado con un encuentro como el que protagonizó frente al Sporting. Ocurrió en la realidad, en el otrora teatro de las fantasías de La Romareda, donde centrales como Santamaría, Violeta, Antic, Juanito, Aguado, Cáceres o Gabi Milito clavaron en piedra la Excalibur zaragocista, un territorio imposible para todo tipo de delanteros, caballeros, aventureros y buscavidas del gol. Todos ellos fueron y son leyenda en Primera y el canterano, con tan sólo 19 años, se desenvuelve en un escenario más modesto aunque sus virtudes no han pasado desapercibidas ni para Luis de la Fuente, seleccionador sub 21 que le ha dado puesto fijo, ni para clubes con un olfato especial para la captación de genios como el Sevilla. Le queda poco en un Real Zaragoza de la Fundación que se arrodillará ante la mejor oferta, pero vaya hacia donde vaya este equipo en la actual temporada, necesita defender su continuidad al menos hasta el término del curso. Sin él habría un problema muy serio.
Tenía ante sí otro reto en una cita comprometida, con nada menos que Uroš Djurdjević como pareja de baile sobre la parrilla incandescente en la que le gusta hervir al serbio, un auténtico demonio. El pulso merecería un guión para llevarlo a las pantallas, una pelea entre dos futbolistas de carácter por ganar un metro, un balón, un trozo de tierra en forma de continente. En ese combate, Francés venció en todos los asaltos que se dieron. Por anticipación, velocidad, utilización del cuerpo, inteligencia y sexto sentido. El goleador del Sporting acabó con una mueca de amargura en el rostro, fuera de sí, desencajado por un chico con múltiples lecturas y recursos defensivos. Cada encuentro entre ambos dejó el eco de los sables al cruzarse sin que el atacante lograra ni una sola vez aproximar el suyo a Cristian Álvarez. Djuka tendrá muchas pesadillas con Francés, quien hace mucho que ya es una realidad magnífica para el Real Zaragoza.
Antes, durante y después de su marcaje inmisericorde sobre ese tiburón blanco, el zaragozano eligió bien en cualquiera de sus intervenciones. Su catálogo de prestaciones se abrió de par en par mostrando un enorme repertorio de riqueza argumental. La guinda la puso al ver desmarcado a Nano Mesa por el pasillo central de la zaga asturiana y servirle en bandeja el segundo gol, pero siguió con su jornada de adornos en el acoso del Sporting por recortar distancias. Sacó la máquina de podar y cortó de cuajo cada una de las intenciones del equipo de David Gallego de aproximarse al área, también guardada por Jair. Cuando caía el telón físico sobre el partido, Francés, un imán humano, se adelantó otra vez a un rival y se puso a correr con el esférico en los pies como un emperador, como Alejandro Magno, el gran conquistador.
TEXTO EN ELABORACIÓN
pronto lo malvenderán porque les ofrecerán un par de millones (una nimiedad) y dirán que no pueden hacer otra cosa debido a la situación y bla, bla, bla….