La democracia de Juan Ignacio

En el punto de inflexión al que aludió tras la victoria en El Plantío, estadio al que llegó con una delgada pero molesta sombra de destitución sobre los talones, Juan Igancio Martínez se detuvo en un punto de reflexión. Concluyó en privado y en público que los tres puntos de Burgos se habían conseguido en el peor partido de la temporada, y no se dejó seducir por dar continudad a la alineación ganadora, algo que otros entrenadores habrían hecho en su lugar. Ahora tiene un plan distinto: lejos de su patrón inicial, ha establecido una democracia en el mapa de las alineaciones que no tiene nada que ver con caprichosas revoluciones. Ocho cambios en Girona, cinco en Burgos y seis ante el Sporting. Ha puesto la ruleta a girar en la búsqueda de soluciones para cada momento, ya sin ataduras a nombres ni veteranías. Cristian, Francés, Nano Mesa y Franco, a la espera de Narváez, son innegociables, pero el resto puede entrar y salir si lo considera conveniente y al margen de estados de forma aparentes.

Le está costando dar con la tecla en un equipo con evidentes carencias. Y en algunos partidos no ha elegido con tino los cambios más adecuados. El milagro de la salvación descubrió a un ser terrenal en una temporada complicada. No es sencillo gestionar un vestuario sin victorias, un grupo con los nervios a flor de piel y mermado por la ansiedad. Y mucho menos cuando por los noticieros se escucha que su puesto puede estar en peligro. JIM ha aguantado y superado esa crisis invernal con un gol de Álvaro Giménez y con un colosal encuentro frente al Sporting. Aún le resta mucho por delante y le sobra humildad, una virtud en tiempos de guerra, cuando lo que apetece es entrar en disputas por demostrar la valía de uno. El equipo por encima del yo, dijo. Con esa fórmula de rescatar a futbolistas que habían adquirido un papel secundario o testimonial y sumarlos a la causa y a la participación activa, JIM persigue que la unión haga la fuerza.

No le está yendo mal. En ese giro hacia otra dirección, ha dado protagonismo a Adrián, Igbekeme o Nieto, jugadores que pululaban por el fondo del banquillo, prácticamente con una presencia testimonial. Ha sentado a Eguaras y Zapater, que parecían intocables, ha insistido en Petrovic, una preferencia discutible, al igual que su querencia por colocar a Francés de lateral cuando Gámez no está al cien por cien. Ha acertado y se ha equivocado, pero no ha dejado de estudiar en un gesto que, al margen de lo que ocurra en el futuro, le distingue para bien. Es un entrenador que aprende de sus errores, que procura evolucionar hacia ese equipo competitivo que tanto defiende y que por fin apareció en toda su plenitud ante el Sporting. JIM ha alistado a todos los soldados en su ejército y le responden mejor o peor pero a pecho descubierto. Ese pluralismo, si los resultados le acompaña, le hará ver al final una alineación reconocible. Y que Borja Sainz debe estar en ella mucho antes que Bermejo.

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