La baja de Francho Serrano por covid va a poner a prueba muchas cosas esta noche en el Carlos Tartiere (21.00). En primer lugar, la habilidad o capacidad de Juan Ignacio Martínez para buscar la fórmula que minimice la ausencia de una de las piezas principales de su engranaje táctico, un futbolista que engrasa como nadie desde el centro del campo varias bisagras del equipo. Porque, además, con la lesión de un Sanabria por descubrir por completo, el Real Zaragoza carece de un relevo natural para esa posición donde hay que escribir los códigos del juego y ser eficaz cartero para transportarlos. En otros tiempos de esplendor físico de Zapater, no habría duda de quién sería la mejor opción, pero el capitán cumple ya otras funciones en el vestuario, mucho más diplomáticas que deportivas. Aun así, el entrenador podría asignarle esa misión para agitar lo mínimo posible el formato táctico que mejor le ha funcionado, el 1-4-1-4-1. Y dejar a Adrián, según se desarrolle el partido, para repartir minutos con el ejeano cuando se le vaya consumiendo el oxígeno.
Hace una semana, la jornada sonrió de oreja a oreja al conjunto aragonés antes de enfrentarse al Alcorcón. Salió a La Romareda con la posibilidad de distanciarse cinco puntos de los puestos de descenso, pero se disfrazó de su peor versión y perdió. Hoy, con los triunfos de Cartagena y Castellón y el empate entre Alcorcón y Sabadell, el encuentro en Oviedo le demanda los tres puntos para sobreponerse al golpe del pasado lunes. Si el Alcorcón venciera en su visita al Tenerife, resultado que conocerá una hora antes de comenzar su cita, estaría en peligro de regresar a las posiciones de descenso. La pizarra gana así un enorme protagonismo en este compromiso de nuevo capital para el conjunto aragonés porque tras el dibujo que elija JIM se adivinan un buen número de cuestiones: hallar el equilibrio y, sobre él, recuperar la fortaleza mental que se esfumó hace sietes día como si nunca hubiera existido y que afectó también a Cristian, un maestro en el control de las emociones que falló con estrépito.
El Real Zaragoza dejó pasar tantos trenes en la primera vuelta que el mínimo despiste le devuelve a la vía atado de pies y manos. Se había recompuesto con el discurso hogareño de su nuevo entrenador y una preciosa tacada de puntos conseguidos sobre el orden, la firmeza defensiva y un plan conservador aunque vigoroso para desgastar al enemigo, cerrándoles puertas en el campo y en la mente hasta que cometieran un fallo. Francés, Jair, Vigaray, la vuelta de Igbekeme... Y, cómo no, el papel de Francho, nexo de unión de ese crecimiento competitivo. La incógnita de quién o cómo se solucionara la ausencia del centrocampista zaragozano pende como una guillotina sobre el pescuezo de la dudas.
Hay otra posibilidad de mayor amplitud de miras que la de Zapater, aunque implica un cambio de sistema (1-4-4-2) y de posiciones: incluir a Nieto en el lateral izquierdo para adelantar a Chavarría a la medular, lo que implicaría que Igbekeme se juntara en el núcleo constructivo con Eguaras y, lo más interesante, que Narváez gobernara el ataque lo más cerca posible de Alegría. La escandalosa falta de gol y de producción de ocasiones serias justificaría sin mayores traumas ese retoque ofensivo y daría al ala izquierda, desnutrida en los últimos encuentros con un Chavarría superado, un hipotético blindaje con el doble lateral.
El Real Oviedo y sus propuestas parecen lo menos importante en este contexto de miradas interiores, pero sería una temeridad olvidar sus virtudes y sus defectos. Es el quinto equipo que más goles marca como local, y tiene en la estrategia y las jugadas a balón parado uno de sus mejores argumentos. Por contra, concede mucho atrás, siendo el cuarto que más tantos encaja en casa. El conjunto de Ziganda transita infeliz por la categoría, y preocupado porque en su estadio no da con la tecla. El Real Zaragoza, una vez más, se presenta con sus estigmas de viajero penitente: el menos realizador del campeonato con cinco dianas y el segundo peor equipo en los desplazamientos.
Esta noche tiene una cantidad ingente de deberes en el Carlos Tartiere. Saber si hay vida más allá de Francho, retomar el temperamento que le ayudó a asomar la cabeza fuera del sótano de la clasificación y que alguno de sus delanteros cumpla por fin con su cometido. Llega otro tren para cogerlo o para verlo pasar por encima.
El domingo Narváez y Francho dejaron claro que son lo único salvable del centro del campo para arriba