El Real Zaragoza logra una de los más deshonrosos trofeos para el museo de sus horrores históricos al perder con un Alavés superior que marca y gana con diez (1-0)
Siempre nos quedaban Cracovia y Llagostera como punta de iceberg de los grandes siniestros en la historia zaragocista. Parecían bochornos insuperables aunque hace bien poco el Eibar, con nueve jugadores, estuvo a punto de incluirse como beneficiario de esa lista negra. Lo hizo el Alavés a lo grande al imponerse al conjunto aragonés con uno menos desde el minuto 37, cuando Benavídez estuvo cerca de seccionar los gemelos a Mollejo. El Glorioso no sólo se limitó a resistir con diez, sino que se lanzó a la yugular de un Real Zaragoza de indescriptibles deformidades futbolísticas y de un Juan Carlos Carcedo pasmado, insistiendo con tres centrales pese a la superioridad. Los vascos lo hicieron de lujo, con un brutal pacto de sangre y con un enorme sentido común sostenido por su monolítico compromiso para refugiarse sin renunciar a sacar a pleno campo de batalla a sus arqueros. Hallaron, eso sí, la estrecha colaboración de un enemigo y un entrenador gallinas. Así fueron desplumados con una derrota indigna.
El Real Zaragoza y Carcedo, que cada jornada que transcurre son uno en la búsqueda de una identidad que ya se puede confirmar como localizable, la de la insignificancia, cayeron en Mendizorroza con deshonor. Futbolistas y técnico, quien empieza la cuenta atrás para ser despedido, impregnaron de suciedad la leyenda del club que sólo vive y respira en el corazón del aficionado. Fuera de ese contexto, es lo que se vio en Vitoria: una multitud de nadas; una plenitud de vacíos dirigidos por un cabo sin galones ni recursos para incidir en los acontecimientos. Es la hora de Raúl Sanllehí, o de quienes estén por encima de su cargo, para tomar decisiones urgentes ante una situación de máxima alerta. Ni Miguel Torrecilla puede estar un segundo más en su despacho, ni Carcedo dirigir el próximo entrenamiento, ni dejar en manos de esta plantilla el futuro. La joya de la corona de Jorge Mas amenaza con rodar escalones abajo en la torre de Londres.
El Real Zaragoza de la multipropiedad es un insulto. Llegaron con la boca llena de promesas y flores para la virgen, Lambán y Azcón, sin disimular su acentuado interés en que el nuevo estadio fuera la madre del cordero. Esa parafernalia está ahora en la parrilla de la realidad, de un proyecto deportivo nonato que recibió el bautizo de cerca de 26 millones para apagar los fuegos de la ruina inminente. Lo salvadores por interés visten en estos momentos trajes de enterradores por desinterés en lo básico en este tipo de empresas: dotarlas de un mínimo de competitividad y sentimiento. La vergüenza sufrida en Vitoria, aliñada por lo acaecido ante el Andorra el pasado martes, debería activar la maquinaria que hasta la fecha estaba inutilizada a pie de obra. Son tantos los desgarros del edificio que un segundo más de espera puede provocar un derrumbe irreparable.
El encuentro de Mendizorroza se emitió siempre por el mismo canal: el Alavés, caníbal y con muchas más prestaciones que el Real Zaragoza de los cinco defensas, iba a ganarlo cuando se lo propusiera o le viniera en gana. Cristian casi allana el camino a los jugadores de Luis García Plaza ante la presión del combatiente De la Fuente, que le arrebató el balón y provocó un caos sin consecuencias. El viento cambió de dirección con la roja a Benavidez, pero más a favor aún de los vascos, quienes se reordenaron y combinaron fútbol con orgullo. Directos siempre, lo fueron más y con talento, no como con las piedras pómez que lanzaba el equipo aragonés hacia Giuliano, pesadas y esponjosas. Sin centro del campo ni delanteros; con una zaga sobrecargada de defensas en la derrota y la flacidez de Lluís López en los despejes, a Jason le pusieron una falta directa en su green preferido. El coruñés golpeó con el hierro adecuado para sorprender a un Cristian que le hizo de caddie al mostrarle su escuadra.
El castigo, el espectacular gol, fue justo premio a quien lo apuesta todo al color de la ambición. Había por delante casi media hora para reaccionar. Imposible. El Alavés, consumiendo cada gota de oxígeno para aumentar el marcador, superaba en actitudes y aptitudes a un adversario con los brazos caídos incluso de los que entraron de refresco. Puche, Larrazabal, Eugeni, Manu Molina… Salidos directamente del congelador de Carcedo. Gueye, que tuvo la ocasión de empatar en una acción terminal, se erigió una vez más en el representante más cualificado del fracaso de un Real Zaragoza que añade para la memoria de la humillaciones la de una noche en Mendizorroza. Junto a los renegridos trofeos de Cracovia y Llagostera. Gracias a los fichajes de Sanllehí.
Deportivo Alavés: Sivera; Tenaglia, Abqar, Maras, Duarte; Moya (Laguardia, min.92), Benavídez, Guridi; Jason (Arroyo, min.77), Luis Rioja (Javi López, min.89) y Miguel (Abdallahi, min. 92).
Real Zaragoza: Álvarez; Gabi, Lluís López, Jair (Makhtar, min.65), Francés, Fran Gámez (Larra, min.65); Zapater (Eugeni, min.65), Jaume (Manu Molina, min.81); Vada (Puche, min.46), Giuliano y Mollejo.
Gol: 1-0, m.61: Jason.
Árbitro: Ais Reig (Comité Valenciano). Expulsó al local Benavídez (min.37) y amonestó con tarjeta amarilla al local Tenaglia (min.41), Abqar (min.45+4), Duarte (min.55) y a los visitantes Vada (min.41) y Jair (min.60).
Incidencias: Partido correspondiente a la decimoquinta jornada de la LaLiga SmartBank, disputado en el estadio de Mendizorroza de Vitoria ante 12.113 espectadores.
«Mas» madera; $Lo mejor está porvenir;
Fuera de coña: al mocetón de Senegal que se trajo Torrecita le veo modales de Cristiano Ronaldo en sus movimientos. Sólo falta que vaya a una escuela de fútbol para que le expliquen de qué va esto del fútbol…y del Zaragoza «Mas» madera Club Horror Show
Ayer ni quise poner la tele. Abrimos una buena botella de garnacha aragonesa y cenamos oyendo el partido por la radio. Ver al Real Zaragoza hace daño a la vista, al menos, a seguidores de mi edad, nacidos en los años 60, y hemos crecido viendo otro fútbol. Otro año más perdido. Y van…
Muchos adicionados pensamos que tras el último descenso, con una deuda tan monstruosa, la única viabilidad urgente era la de solicitar el concurso voluntario de Acreedores aún a sabiendas de que el RZ estaría hipotecado durante mucho tiempo y con poco margen para fichar jugadores. Esa situación convertía al equipo en un muerto deportivo. Entretanto pasó por ahí alguien que se encontró una zarpa de
mono misteriosa que le brindaba la posibilidad de pedir tres deseos. El primero que pidió fue que viniera alguien con dinero para reflotar al RZ y apareció la Fundación con Alierta a la cabeza. El segundo deseo fue que reviviera el muerto y volviera a casa, pero nadie sospecho que convivir con un zombi fuera tan desagradable e inhumano verle diez años en segunda. Ahora el debate de la familia zaragocista está en aguantar todo el tiempo que sea menester, incluso otros diez malditos años, o hacer uso del tercer deseo y devolverlo a la tumba hasta los siglos de los siglos.