La afición empuñó el club contra la tiranía

El próximo día 14 se cumplen diez años de una de las grandes manifestaciones en contra de la gestión del club. La afición del Real Zaragoza se congregó frente a La Romareda antes de encuentro ante el Getafe para pedir la salida de la institución de Agapito Iglesias. Miles de personas se citaron frente a la puerta cero del estadio antes del partido. Esto escribí en el Periódico de Aragón.

La afición del Real Zaragoza dejó el sábado una rica herencia, puede que una advertencia futura, sin duda un mensaje presente sobre su representatividad incluso si es considerada y tratada con absoluta indiferencia como es el caso de Agapito Iglesias. La manifestación frente al estadio tuvo la poesía de las grandes revoluciones de la era de los clubs, cuando los seguidores disponían del poder de conseguir la marcha de un presidente y su junta directiva. En aquella época no tan remota, quien se sentaba en el palco sabía que su gobierno, elegido en las urnas, estaba en manos del pueblo y de los resultados. Una pitada como la del minuto 32 ante el Getafe hubiera hecho cesar a cualquiera en el descanso.

Por unas horas, la hinchada empuñó el espíritu del club contra la tiranía de unos de los más nefastos representantes de las sociedades anónimas deportivas. Se sintió, por el derecho que le otorga la historia y su condición de soporte humano de la institución, con autoridad para pedir la inhabilitación del empresario soriano como condición innegociable para la supervivencia del Real Zaragoza. Su reivindicación puede acabar en el cubo de la basura de Agapito, cuyas dimensiones y aromas son ya las de un estercolero, pero cumplió con su deber de ejército mucho más que sentimental, insubordinándose en masa frente a la amenaza de que liquiden su corazón de león.

La cita resultó muy emocionante como toda reunión entorno al familiar enfermo de gravedad. Este tipo de acciones reciben no pocas críticas por quienes consideran que existen asuntos más importantes en la sociedad que atender o por los que quejarse en público. La crisis, el paro, la sanidad… Sin quitarles un solo ápice de razón, las razones del fútbol regatean siempre a la fría y legítima reflexión empírica. Es una actividad que juega con una bota metafísica y otra espontánea. En la manifestación había parados y otras muchas víctimas de la hecatombe económica mundial. El tirón de este deporte y sus consecuencias es puro y maravilloso misterio. Un dogma de fe tribal enraizado en la pasión.

«Niño, que te van a sacar una fotografía para el periódico». le gritaba la madre a su hijo, portador impertérrito de un cartel de noble fabricación casera contra Agapito. Frente a la cámara, el muchacho se puso firme y alineó su mirada con la del horizonte como si cruzara con desinterés las líneas enemigas entre el silbido de las balas. Había orgullo en el gesto y una rotunda seguridad en la misión que se había encomendado a sí mismo. De repente los asistentes se pusieron a cantar el himno del Real Zaragoza y el niño se unió si pestañear.

Catártico

Fue un espectáculo catártico. «Oiga, ustedes los periodistas no le dan la suficiente caña a Agapito. Dadle más, dadle más». La dama apareció de la multitud como una de esas almas que vagan por libre, atrapadas entre pretéritas glorias y la esperanza de recuperarlas. A semejanza de Tim Roth en La leyenda del pianista en el océano, la afición del Real Zaragoza se niega a abandonar, pese a los peligros y el desencanto, el barco donde nació su fidelidad, recibida por generaciones anteriores que se difuminarían en el tiempo ante un posible hundimiento.

No va a dejarlo solo jamás, ni siquiera con Agapito Iglesias vendiendo la quilla de la entidad en una casa de empeños. Ni en Primera, Segunda o Segunda B. Lo demostró dirigiéndose al campo al acabar la manifestación en la mejor entrada de la temporada y sin atender a la ausencia del presidente, quien seguro que escuchó la pitada desde su búnker. El timón emocional es suyo aunque el resto de las piezas sean propiedad del máximo accionista, aunque la ley proteja las tiranías de las SAD.

La hinchada debería seguir empuñando el fusil del club, en cuya bayoneta se mezcla su sangre con la del Zaragoza. Son los últimos héroes, los de siempre.

One comment on “La afición empuñó el club contra la tiranía

  • Maño de Vilassar , Direct link to comment

    Hoy este artículo sigue vigente. En lugar de Agapito, la Fundación. Igual es que no hemos avanzado nada

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