La escultura de Avelino

Su estatua contaría la historia y enaltecería el orgullo de pertenencia a un club que recibe al visitante con sus leyendas a las puertas de su casa

Las esculturas, inmóviles pero tan llenas de vida y significados cuando resaltan la bondad, tienen una misión refrescante para la memoria de quienes las elevan, pero también una amalgama de simbolismos atemporales para generaciones anteriores y posteriores a su construcción. El deporte profesional, pese a su relativa juventud, ya ha creado su propio museo con representaciones de personajes que han engrandecido su historia o sus valores. No es un elemento necesario puesto que el mayor de los legados de esos hombres o mujeres perduran en sus hechos. Sin embargo, en algunos casos como en el de Avelino Chaves, no estaría de más que tuvieran una réplica como talla de incontables virtudes que convirtieron al Real Zaragoza en un referente del fútbol como espectáculo, dotándole de una seña de identidad que perdura inalterable. Como jugador del club tuvo un papel principal y como secretario técnico colaboró para moldear Los Magníficos, esculpió personalmente a los Zaraguayos y con algún discípulo formó el equipo de la Recopa… Estamos, seguramente, frente a la figura más relevante de la institución. Durante más de 30 años, dueño de un don natural para el descubrimiento de jugadores fabulosos, realizó desde la discreción y la responsabilidad un trabajo para el que jamás reclamó nada salvo la satisfacción personal. Respetuoso, comedido, sensible y atento, este gallego de Verín de intachable honestidad conquistó la confianza y la simpatía de presidentes, directivos, entrenadores, jugadores, prensa y afición sin esfuerzo alguno, edificando con la inteligencia y la sabiduría que le distinguieron un gran obra arquitectónica.

El Real Zaragoza le debe todo aunque él jamás se cobraría nada. Tras su fallecimiento, está pendiente algún tipo de homenaje y existe cierta expectación en la forma en que responderá el club, ahora en manos de la Fundación 2032. Sin duda. el momento reclama mucho tacto y no poco despliegue pese a que las circunstancias de la pandemia impidan un escenario engalanado por la afición. En este contexto, una escultura de Avelino Chaves supondría un gesto poderoso y justo, que podría ocupar un espacio sobresaliente en La Romareda o en la Ciudad Deportiva, pues ambas fueron sus hogares. Además, ese detalle hacia el exsecretario técnico contaría a su favor con una unanimidad palmaria, tan complicada de encontrar en un mundo poblado de egos. Esa estatua carecería de un solo gramo de pomposidad y de cientos de toneladas de agradecimiento y reconocimiento a él mismo y a todos aquellos que compartieron, disfrutaron y se vieron beneficiados de su genialidad. Avelino fue y es el Real Zaragoza, un equipo querido, entrañable, atractivo e inmortal. Su estatua contaría la historia, sin revelar secretos claro, y enaltecería el orgullo de pertenencia a un club que recibe al visitante con sus leyendas a las puertas de su casa.

(Desde esta modesto espacio zaragocista, aportamos, con respeto y humildad, una idea de la que podría ser una aproximación a esa escultura con la ayuda del dibujante Vicente Benavent. Sirva solo como acompañamiento de este texto y de nuestro más sincero homenaje a Avelino).

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