Messi conquista su último planeta contra Mbappé

A los 35 años, Leo Messi ha conquistado el último pico y al más alto de la cordillera de oro que empezó a escalar desde su adolescencia. El Mundial que se le negaba una y otra vez lo encontró en Qatar, en un bello crepúsculo, en una final espectacular de la que fue partícipe dentro de una Argentina entregada a su madura y acompasada batuta. La selección de Scaloni, un ejército de esforzados profetas del Mesías, tuvo que esperar hasta la tanda los penaltis para doblegar a Francia, pero sobre todo a su ídolo, un Mbappé que igualó el 2-0 de los suramericanos y que acudió al rescate de los blues en la prórroga para establecer el 3-3 después de que Messi pusiera por delante de nuevo a la albiceleste.

La final engrandeció una cita que hasta este encuentro había sido menor, una pasarela de equipos especuladores y pasivos, hipnotizados en la posesión. Argentina y Francia invitaron a una fiesta tan inesperada como hermosa en la clausura, una explosión tras otra de momentos agónicos, de colores, de goles. La final se jugó en otra planeta, al principio el que enamoró Di María con su zurda de fideo burlón. Sacó un penalti a Dembelé que anotó Messi y marcó el 2-0 en un contragolpe antológico. La escuadra de Deschamps yacía en el desconcierto, herida de muerte por la lagartija de la Juventus, que aguantó hasta donde le dio el oxígeno. Su marcha y los cambios de Deschamps, quien realizó los dos primeros fuera de catálogo en el minuto 40 al quitar a Giraud y Dembelé, dieron un giro completo al partido. Thuram y Muani, músculo y velocidad, saltaron el campo y el viento cambió de dirección por completo.

También se fueron Griezmann y Theo Hernández por Konan y Camavinga bien entrada la segunda parte. Mas madera para Francia, cuya apuesta por el físico halló un penalti de Otamendi sobre Muani. Mbappé acercó a Francia al mundo de los vivos en apenas un minuto del 79 al 80, al transformar esa pena máxima y una bomba de volea que Martínez no alcanzó a desactivar. La final patas arriba. El delantero del PSG, embrutecido y letal con todos los motores ahora sí en marcha, hizo dudar a una Argentina incrédula, dolida, dubitativa por ese par de golpes repentinos hasta que el reloj dijo basta y dejó paso a la prórroga, un tiempo que se consumió con idéntica ambición y verticalidad. A corazón abierto. Casi indescriptible por el derroche de pasiones.

La historia de Argentina se tiñó de amor eterno cuando Messi hizo el 3-2 tras un rechace de Lloris. Con la derecha, en contra de la naturaleza pero a favor de este fabuloso teatro de variedades. Esta escrito que el Pelusa ganara su primer Mundial, pero unas manos de Montiel dentro del área hicieron que Mabppé descargará de nuevo su fusil para igualarlo todo. En la recta final de la recta final, sin alientos, al borde del espasmo y de la fidelidad casi patriótica, Martínez detuvo un misil de Muani y Lautaro cabeceó fuera. Merecían ganar los dos, por eso fueron los penaltis los que decidieron el vencedor. Mbappé no falló, claro. Messi tampoco, por supuesto… Pero Coman impactó contra el Dibu Martínez y Tchouaméni la echó fuera. Por medio, Dybala y Paredes acertaron, al igual que Munai. Todo quedaba para el sevillista Montiel… Messi toca ya el cielo de Maradona en la tierra mientras el sol de la bandera de Argentina despide y arropa para la eternidad a un futbolista que también vino de otro planeta.

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