El Huesca anula al Villarreal con su nuevo sistema de cinco defensas pero adelgaza aún más su ataque (0-0)
Pacheta lo tiene muy claro. Ni el menor atisbo de duda. Le ha cambiado la cara por completo al Huesca, aquel equipo que gustaba y perdía a campo abierto. Ahora, con la defensa de cinco, se ha hecho bastante más antipático, pero derrotarle será una cuestión muy complicada. El problema es que este nuevo sistema de amurallamiento humano acentúa por defecto su otro mal endémico, el ataque, convertido en un tema menor con tal de elevar a los altares la disciplina defensiva. Si estuviésemos a mitad de la primera vuelta, este giro táctico podría adquirir algún sentido. En el arranque de la segunda, en posición de colista y cada vez más lejos de la salvación, se interpreta como una forma de terminar la temporada lo más dignamente posible, luchando para resistir y complicar los encuentros a los rivales. No marcaba con Míchel y no marca con Pacheta. No vencía con Míchel y tampoco lo hace con Pacheta. Uno jugaba a una cosa y el otro a otra bien distinta. El equipo ha elevado su sistema de seguridad pero dentro del búnker anda tan escaso de alimentos ofensivos, por lo que en lugar de morir de un balazo lo hará de inanición. El Huesca está dentro de un círculo vicioso sin salida.
Llevó al Villarreal al dique seco y allí lo tuvo encerrado todo el encuentro. Mira que el equipo de Emery tiene argumentos y material para escalar montañas, pero solo lo consiguió en una ocasión, en una llegada de Moi Gómez que Álvaro Fernández resolvió con muchas tablas y buenas manos. El Submarino no pisó más el área oscense con peligro pese a hacer el balón suyo. Ni con Bacca ni con Alcácer; ni con Parejo ni con Trigueros; ni con Yéremi Pino ni con Fernando Niño. Se ahogó en viajes horizontales, en toques y retoques mientras Siovas, Pulido y Gastón Silva capitaneaban a un Huesca impenetrable, con buenas administraciones del esférico para sufrir algo menos por parte de Doumbia, Galán y sobre todo Seoane. Okazaki, Escriche, Ontiveros y más tarde Rafa Mir y Sergio Gómez tuvieron que doblegarse ante un papel muy ingrato aunque ajustado al trabajo colectivo establecido por Pacheta.
El tostón resultó mayúsculo. Del Huesca no generó peligro en 90 minutos y Asenjo vio el partido desde el porche de su área, casi recostado en una mecedora. En otras circunstancias, un punto contra el Villarreal hubiera sido un buen botín. A estas alturas del campeonato y siendo inquilino del abismo, no lo es tanto. Pacheta seguro que está encantado con la respuesta de ese monumento al ladrillo porque incrementa su fama de estratega en un Huesca al que le cuesta reconocerse tan villano si, al fin y el cabo, jugando así tampoco va a salvarse.