Qué pena lo de Azón y qué pena de equipo

Lo más trascendente del partido no fue el fútbol. En ningún momento apareció en La Romareda. Lo crucial se produjo sobrepasada la media hora, cuando Iván Azón se resintió de la lesión que ya parecía haber olvidado. El delantero sintió que la musculatura le traicionaba de nuevo y ahora habrá que esperar al parte médico para saber si es algo más o menos llevadero o procede santiguarse. Porque en el caso de que el ariete, el único que mientras estuvo en el campo buscó el gol con coherencia, tuviera de nuevo una lesión de largo recorrido, la tragedia estaría servida para una pena de equipo, incapaz de ganar y marcar a la Ponferradina. Un equipo triste como la ventana poseída por un vaho ferroso que le oxidó las piernas y la cabeza.

A Juan Carlos Cordero le restaban unas horas para hacerse notar en algo, para comprobar si ha venido a trabajar como un quitanieves rutinario en este duro invierno o si ha sido alistado para construir la plantilla de la próxima temporada. Con la baja de Azón, lo que queda de mercado va a obligar a que el director deportivo se esmere al máximo para buscar otro delantero, un tipo de futbolista que ya había quedado descartado a favor de un regateador. El panorama ha dado un vuelco considerable, más aún después de un empate que deja al conjunto de Fran Escribá para codearse con el tercer mundo de la categoría. Todavía mantiene un colchón de cuatro puntos sobre el descenso, pero tiene pinta de desinflarse en cualquier momento y caerse frente a un calendario que deja de ser amable después de las primeras cuatro citas de enero.

Segunda jornada consecutiva sin ver puerta. Esta vez sin excusas pese a las bajas, con una desoladora y desconcertante imagen de orquesta sin músicos, mutilados técnicamente para dar una pase en condiciones, para asociarse en una pared… Obsesionado tácticamente con enviar melones petrificados a la huerta de Giuliano y Azón, de nuevo cabalgando juntos hasta que se produjo la desgracia del canterano y el ataque se quedó como un erial. Bermejo envió un disparo al poste y Simeone, sobreexcitado, desperdició un regalo de Nwakali. Hasta Gueye, que salió para escarnio justificado de la grada, tuvo su momento de gloria, pero se puso a pensar y se le nubló la vida frente a Amir. Habían señalado fuera de juego al senegalés, que lleva en ese estado desde que fuera fichado por Sanllehí y ese grupo inversor con tan buen ojo.

Por momentos, poco pero jugosos, la Ponferradina se gustó con el balón y se sintió superior con Derik y Nwakali. Pudo corroborarlo con un cabezazo de Naranjo que Cristian, en su única y santa intervención, desvió al larguero. No hubiera sido el colmo de nada porque el equipo de David Gallego tuvo más cuajo que un Real Zaragoza encogido, colgado del pánico y las imprecisiones. Sin extremos ni laterales verticales, con Mollejo de regreso a su versión de rebelde sin patria y Puche bailando de la banda al centro con el paso cambiado. Con el Bermejo de quiero pero no puedo y un centro del campo donde Zapater y Francho apenas dejaron huella de sus sombras. Faltaban Vada, Alarcón y Jair. También Nieto.  ¿Y? A partir de ahora Azón. Escribá, que ya lo lleva advirtiendo desde que se hiciera cargo del banquillo, necesita que le echen algo de sustancia a un puchero que puede empezar a hervir en breve.  Menos mal que el Real Zaragoza es la joya de la corona de Jorge Mas. En unas horas, el desenlace.

Real Zaragoza: Cristian, Larra (Luna, 68´), Francés, Lluís López, Fuentes, Zapater, Francho (Molina, 86´), Bermejo, Mollejo (P. Gueye, 68´), Giuliano e Iván Azón (Puche, 32´).

SD Ponferradina: Amir, Adot, Amo, Pascanu, Delgado, Díeguez (Erik Morán, 67´), Kelechi, Ojeda (Díez, 90´), Naranjo, Medina (Yuri, 67´) y Derik (Heri, 80´).

Árbitro: González Esteban (comité vasco). Amonestó a Larra (min. 20), a Bermejo (min. 25) por parte del Real Zaragoza; y a Adot (min. 89) por parte de la Ponferradina.