Querido Clemente

En un partido sin apenas historia, hubo una gran historia. En un cita de Copa en la que jugar más que un privilegio era una condena, el fútbol nos ofreció una secuencia humana con hechizo: la celebración de Enrique Clemente por un gol que además de dar el pase al Real Zaragoza, mostraba con naturalidad, sin conservantes ni colorantes, la alegría de una persona. Ni más ni menos. Los festejos cuando se marca un tanto se han transformado en rituales para subir a Instagram. Desde la aparición de la FanCam en los tiempos de pandemia, una tecnología importada de la NFL que consiste en cámaras señalizadas con un cartel para que los profesionales puedan dirigirse a quien quieran de forma más directa, y las interrupciones por revisión del VAR, el gol casi es lo menos importante. En el Silvestre Carrillo de la isla de la Palma no había objetivos para ese tipo de galas, pero es muy probable que el central tampoco los hubiese buscado. Corrió con los brazos abiertos, hizo un salto con giro en el aire y apretó los puños. «Es un chute de adrenalina inigualable», decía Ismael Urzaiz, uno de los grandes artilleros de la historia de la Liga que nunca bailaba ni dibujaba corazones con las manos cuando sus cabezazos rasgaban las redes de las porterías.

La ceremonia de Clemente pertenece a otro siglo y la universal intimidad de alguien que tenía su primera experiencia como goleador y quería expresarse más allá de reivindicaciones. Sin embargo resulta muy complicado contenerse y abstraerse de una situación como la suya, con 10 minutos en la Liga por negarse a firmar una renovación a la baja, viendo que cada jornada eres el último o el punúltimo de la fila. Tras el explosivo aluvión de abrazos, el defensa regresó a su posición, volvió a empuñar el orgullo, miró al cielo ceniza y se besó el escudo de la camiseta. Ese gesto final tiene hoy en día un valor tan relativo como voluble por lo efímero de la estancia de los jugadores en los clubes, sobre todo en un Real Zaragoza que desde hace tres lustros ha sido estación de paso de cualquiera. No en el zaragozano porque ese escudo es lo único que conoce y del que tendrá que desligarse si Miguel Torrecilla continúa enrocado en una oferta grotesca.

Lo emocionante de un partido sin emociones tuvo un segundo capítulo aún más conmovedor, cuando al acabar la eliminatoria uno tras uno, los futbolistas de la plantilla le felicitaron por mucho más que un gol, por su paciencia, su humildad y su saber estar. Sin pretenderlo ninguno, parecía que la bienvenida y la despedida se fundían en ese interminable desfile de afecto. Mientras, la FanCam enfoca al director deportivo para captar que tipo de celebración tiene prevista para la salida de Clemente de un club en el que está porque seguramente no había más en el campo de los ejecutivos baratos.

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