Seis títulos del Real Zaragoza llevan sangre brasileña

 

 

Seis de los nueve títulos que brillan con identidad propia en el museo del Real Zaragoza están bañados con sangre brasileña. En todas las finales, desde la primera Copa conquistada en 1964 frente al Atlético de Madrid hasta la Supercopa de 2004 ganada al Valencia tras un espectacular partido de vuelta en Mestalla, ha habido al menos un jugador aragonés en las alineaciones: Lapetra, Violeta, Juan Carlos Justes, Francisco Güerri, Belsué, Láinez, Cuartero, Cani y Zapater. Aunque Argentina ha tenido una amplia representación en esos momentos cumbre del zaragocismo con Cáceres y Esnáider en la copa del 94 y en la Recopa del 95; Gabi Milito y Ponzio en la noche mágica de Montjuïc contra la galaxia del Real Madrid y el mismo Milito y Galletti en la Supercopa del 2004, el país que más futbolistas extranjeros ha aportado desde el pitido inicial en encuentros definitivos es Brasil. Todos ellos, además con un peso específico dentro del equipo.

Darcy Silveira dos Santos ‘Canario’ (Río de Janeiro, 24 de mayo de 1934) fue la pieza musical que completó los Cinco Magníficos. El carioca venía con un currículum importante en la maleta cuando aterrizó en aquel Real Zaragoza que llamaba a las puertas de la historia. Santiago Bernabéu quería fichar a Didí y al irrepetible Garrincha, pero el Botafogo se negó a desprenderse de la alegría del pueblo. Una Copa de Europa, dos Ligas, una Copa, una Intercontinental y una temporada en el Sevilla. El Pajarito, quien se perdió el Mundial de 1958 al ser desplazado en la convocatoria por Garrincha, se posó en La Romareda para para cerrar un círculo perfecto y abrir una época legendaria en el conjunto aragonés. Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra. No se hable más. Una de las mejores delanteras del fútbol español de todos los tiempos y en ella el 7, un tipo de 1,70 rápido, potente, extremo punzante. Darcy Silveira dos Santos estuvo en las tres finales ganadas en los sesenta. Dos Copas (1964-1966) y la Copa de Ferias contra el Valencia (1964).

En la final de la Copa de Ferias, Canario tuvo a su lado a un compatriota, un centrocampista con alma de delantero y viceversa que pasaría a la posteridad del club por marcar el primer gol de un jugador zaragocista en Europa. Fue en la Copa de Ferias de 1962 contra el Glentoran de Irlanda del Norte. Adrualdo Barbosa da Silva, Duca, había sido contrato en 1958 procedente del Flamengo pero no consiguió asentarse en un conjunto que jugaba a ciegas. Esa tarde del 24 de julio de 1964, en el Camp Nou, Luis Belló lo alineó en lugar de Santos y tuvo su mayor momento de gloria. Desde entonces se abrió un paréntesis sin brasileños ganadores (Cafú fue la excepción el año de la Recopa pero sin apenas entrar en otro once recitado de memoria) hasta que por la puerta del estadio entró Paulo Roberto Jamelli en 1998 para toparse con una fiera atacante como Savo Milosevic y con una discusión determinante en Servette con Chechu Rojo.

Jamelli era un delantero brasileño atípico. Sin mucho gol, no especialmente hábil, y aun así contaba con el cariño de la grada siempre. «Tenemos un brasileño que juega mejor que Pelé, Paulo, Paulo Jamelli, Paulo Jamelli», le cantaba el fondo. Luchador, inquieto. Dolido porque no le dejaron despedirse en el campo el mismo día que Aragón y Aguado, dos monstruos del zaragocismo, decían adiós. Su fecha culminante, formando con la delantera de los pequeños antes junto a Juanele y Montenegro, destaca en el calendario de junio de 2001. En la final de Copa contra el Celta (había marcado una semana antes el tanto de la salvación precisamente contra el equipo vigués que entrenaba Víctor Fernández), la Cartuja de Sevilla era un un infierno que abrió sus fauces con la diana rápida de Mostovoi. Aguado empató a lo gigante, con cabeza de capitán, y un penalti sobre José Ignacio ofrecía la oportunidad de la remontada. Allí se fue Jamelli, cogió el balón y batió a Cavallero. Luego vendría la guinda de Yordi González para el 3-1.

Justo se iba Jamelli del Real Zaragoza y el club contrató a Álvaro Maior, un central de rompe y rasga, solvente, y con un juego aéreo poderoso, y a un crack, Sávio Bortolini, el ángel rubio que antes de llegar al Real Madrid para consagrase ya había dejado exquisita huella de zurdo diferencial en el Flamengo, en un delantera temible junto a Romario y Edmundo. Eléctrico, rápido, elegante… De periodos intermitentes en ocasiones. Tres Copas de Europa sin ser titular en ninguna de las finales y una Liga no avalaron su continuidad en el Madrid, quien lo cedió primero al Girondins de Burdeos para luego venderlo al Real Zaragoza.  Sávio disfrutó de la venganza en el Olímpico de Montjuïc al desmontar a toda la galaxia de Florentino Pérez en la final de Copa de 2004, con Álvaro Maior sosteniendo la defensa junto a Milito. Ambos, con gol de Álvaro en la vuelta, dejaron también su firma en la Supercopa frente al Valencia. Brasil y el Real Zaragoza, una alianza para la gloria.

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