Todos amamos a la abuela de Javi Ontiveros

El alcance de cualquier gesto, en el fútbol profesional tiene una repercusión globalizadora. No siempre para bien, en muchas ocasiones para cuestionar si este maravilloso deporte en el que reinan los pies por encima de la cabeza merece semejante pasión. Su amplitud emocional, sin embargo, suele despojar al ser humano de velos hipócritas, como ocurrió cuando Javi Ontiveros, futbolista de la SD Huesca, nos regaló aquella celebración del gol entre sollozos, mostrándole un corazón y susurrándole un «te amo» a las cámaras que le reclamaban. Al final del encuentro, descubrió que la liturgia iba dedicada a su abuela, enferma entonces de covid-19. El chico, mientras lo explicaba, rompió a llorar de nuevo. La realidad superó a la ficción y provocó una doble empatía universal: por el niño que reza una oración sin religiones y por el dolor de un mujer postrada muy cerca de la muerte. Esta mañana, su abuela ha fallecido.

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Ontiveros solo pretendía hacer de su felicidad una medicina para alguien tan especial en su vida. Lo consiguió pese a que ahora parezca lo contrario. La inmortalizó en ese momento que, irremediablemente, en el futuro quedará enmarcado en su recuerdo y el de sus familiares. En ese espacio íntimo donde descansará su auténtica memoria, las causas por las que su nieto decidió rendirle un homenaje de amor. El ritual del jugador estaba muy personalizado, como es lógico, pero consiguió alcanzar la fibra de los testigos presenciales y de quienes vieron las imágenes después. Nos trajo la figura siempre enternecedora de nuestras abuelos y, sobre todo, la de aquellos que se ha llevado la pandemia en su inmisericorde equipaje de soledades. Con los campos vacíos, el fútbol carece de mucho sentido, pero Ontiveros se lo dio con el corazón dibujado en sus manos y en sus lágrimas. Por eso amamos todos a su abuela, que es la nuestra.

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