Zapater se convierte en himno

El jugador protagoniza el homenaje de los homenajes con un discurso final redactado desde la raíz del zaragocismo de todos los tiempos, arropado por un club y una afición magníficos que lloran y cantan con el eterno capitán

Lo que ha conseguido Alberto Zapater en su despedida trasciende a su propia figura, agigantada en la noche del viernes con un final de perfecta escenificación, posiblemente en una, sino la mayor, recompensa que recibe un futbolista el día de su adiós profesional al Real Zaragoza. El capitán, ese chico de Ejea que cumplió un sueño, ese jugador con una derecha nada excepcional y no demasiado rápido a quien Carlos Rojo le enseñó que tenía también la izquierda, hizo casi 12 kilómetros en su último partido, el 422 con la camiseta blanquilla. Nadie más corrió tanto en el encuentro ante el Tenerife, una cita deportiva que sirvió de excusa para un epílogo excepcional, magnífico, sin duda gracias a un nuevo estilo de hacer las cosas que la nueva propiedad supo plasmar con delicada sensibilidad. Fue el homenaje de los homenajes, un homenaje en sí mismo para las generaciones actuales y la reconquista de las antiguas, hermanadas por la emoción incontrolada, las lágrimas derramadas y las contenidas frente a ese espectáculo de la naturalidad.

Zapater ganó una Supercopa contra el Valencia y perdió una final de Copa ante el Espanyol. Tampoco ha logrado ascender, misión para la que regresó de las tinieblas físicas como un templario hacia su particular Jerusalén. Un título en 12 temporadas no es mucho comparado a los que consiguieron José Luis Violeta en el nacimiento de la grandeza de la institución y Xavi Aguado en la confirmación de esa magnitud que sembraron Los Magníficos. El León de Torrero y el espigado recluta que vino de Barcelona para transformarse en capitán general son leyendas de los mejores tiempos y los dos futbolistas que más encuentros han disputado con el Real Zaragoza. En tercera posición aparece este centrocampista todo nobleza que el sábado subirá a la grada para ser una aficionado más, pero esa distancia establecida por las vitrinas y otros marcadores competitivos se acortaron al máximo en una celebración sobrecogedora por el latido inmenso de un estadio que acompañó acompasado a un personaje ya mítico por su significado, por ser la bandera que empuña la certeza de que cualquier niño puede jugar en el equipo de su tierra. La eternidad también se alcanza desde la raíz, desde la fe en lo propio. Eso es Alberto Zapater, un aragonés sencillo con un corazón blindado contra el desaliento, bañado en el oro de la tenacidad.

Le reclamaron en el centro del campo y, junto a sus hijos Alejandra y Oliver y a su mujer María, sus triunfos más valiosos, recorrió el pasillo formado por compañeros, excompañeros y otros ilustres del Real Zaragoza mientras los integrantes del Tenerife, en un gesto muy elegante, se quedaban sobre el césped. Jorge Mas y Raúl Sanllehí, con un gigantesco 21 presidiendo la escena final, le entregaron la insignia de Oro y Brillantes; los capitanes le regalaron una elástica con todas las firmas del equipo;  Víctor Muñoz, el entrenador que le hizo debutar con 18 años porque se vio a sí mismo en aquel juvenil, le dio el brazalete enmarcado, con ambos abrazados por una estrecha complicidad, por un susurro guardado para siempre en el cofre de los secretos como el cierre de la película Lost in Translation, cuando Bill Murray le murmura algo a Scarlett Johansson que nunca sabremos. Dos alevines personificaron a la cantera que ha dignificado al máximo desde su etapa juvenil hasta el último suspiro de su carrera. Y entonces, ese señor de 37 años con alma de niño cogió el micrófono para dirigirse al público, atornillado a sus localidades por el estremecimiento.

Su discurso llano, muy cerquica de su madre y de su hermano Rubén, se fue elevando a cada palabra con el aleteo majestuoso de las palabras, concentradas en explicar a su hijo Oliver lo que es y será eternamente el Real Zaragoza, del que nunca se irá. La Romareda, que le había entregado su aliento hasta que fue sustituido, se estremeció cuando pidió a todos los presentes que le acompañaran. Zapater, después de recordar con especial acento a su padre fallecido, se puso a cantar el himno y todas las voces, incluida la de su hijo, le siguieron en una ceremonia imponente de zaragocismo, de gente de bien, de fútbol en estado puro. El capitán se convirtió entonces en una composición poética, rematada un millón de veces por el «Zapater te quiero». Móviles al viento, fuegos artificiales, más de 23.664 espíritus acongojados, cerca del llanto o en sus brazos, y a la vez felices. «La raza en el juego, nobleza y valor, bandera y orgullo de nuestro Aragón». Hasta pronto, Alberto.

Foto: Real Zaragoza

03 comments on “Zapater se convierte en himno

  • José Rodríguez Benítez , Direct link to comment

    ZAPATER nunca se irá del REAL ZARAGOZA, es un ICONO blanquillo, lo mejor del partido de ayer la despedida del GRAN CAPITAN ALBERTICO ZAPATER, todo echo con mucha clase y bien organizado hasta siempre mi gran CAPITAN CANTERANO ARAGONES de EJEA DE los CABALLEROS y todo lo vivido ayer se lo merecía.

    • Pedro carenss López , Direct link to comment

      Dos acontecimientos he vivido con este club. De los más grandes
      Uno fue en el.Parque de los Principes ,( La Recopa)
      Y el.otro el. Viernes , la despedida de Alberto. Zapater.
      Gracias ZAPA
      ERES UN FENOMENO

  • Maño de Vilassar , Direct link to comment

    Por primera vez, la nueva propiedad del Club ha hecho una cosa bien: este emocionante homenaje. Como muy veterano aficionado consiguió que recuperara sentimientos que creía olvidados. Gracias Zapater.

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