Abandonados a su suerte y a su desgracia

El Real Zaragoza afronta la condena de sus salvadores, que han vuelto a renunciar a socorrer al equipo cuando mayores son las urgencias. Ni con capital ni con su supuesta capacidad de influencia en el tejido financiero de este país para hallar recursos alternativos. La pobreza, más que en el bolsillo, está en el interés.

 

El Real Zaragoza está muy enfermo de gol y, sin embargo, en el mercado de invierno tan solo ha conseguido fichar a Álex Alegría, un francotirador demasiado ocasional que tan solo trabaja en el área. No ha podido ni sabido dar salida a Vuckic y cuenta con El Toro Fernández como segundo punta después de perder la confianza de tres entrenadores en media temporada, incluido un Juan Ignacio Martínez que fue su abogado defensor hasta los límites de la paciencia. El esloveno y el uruguayo no han marcado un solo tanto, e Ivan Azón, quien bien podría ser titular por delante de los dos, ha quedado relegado a un tercer plano. Lalo Arantegui construyó una plantilla demencial y Miguel Torrecilla, su heredero, ha sido incapaz de reformar ese edificio liviano también en otras líneas, sobre todo el centro del campo cuando hay que desplegarse hacia arriba. Entre los dos directores deportivos, una vez más la Fundación 2032 se ha amparado en las penurias económicas, acentuadas por la pandemia, para justificar su perenne negligencia, su falta de interés sincero en el crecimiento deportivo de este club que luchará por salvarse sin garantías de hacerlo. Peybernes, un central grande ahora a la sombra de Francés, y Sanabria, un chico sin experiencia alguna en la categoría, son los otros dos refuerzos del bazar invernal. El Real Zaragoza se queda así a la intemperie, a la expectativa de que el efecto JIM sostenga un conjunto que se defiende como gato panza arriba y que la única zarpa que enseña es la de Juanjo Narváez, aislado en su inspiración y su clase como exclusivo goleador. En realidad depende del rendimiento del cafetero, de Francés, inscrito hoy como profesional, y de Francho, canteranos sin cuya irrupción hubiese aplanado aún más un equipo sin relieve. El resto, a la espera angustiosa de lo que pueda producir Alegría, son simples tramoyistas de una compañía de teatro a la que se le cae el telón encima. Vigaray si le respetan las lesiones, Chavarría y su intenso dinamismo y Jair siempre que mantenga la concentración en estado de alarma asoman para ayudar, pero no para decidir.

Sin duda, los propietarios han actuado con Torrecilla como lo hicieron con Arantegui, profesionales de poco rechistar y no muchos recursos. Le han dejado que se las arregle con el capital de las salidas, lo que no ha ocurrido pese a los adioses de Buyla, Raí, Papunashvili y Guitián. El ahorro estaba en Vuckic, el mas caro, en Larrazabal y en Zanimacchia… Así el Real Zaragoza se quedaba casi como estaba, fuera por el momento de la zona de descenso pero bajo el peligro de regresar en cualquier momento al desagüe de la categoría. Es cierto que ha resuelto sus partidos de casa y que ha ganado en firmeza en la contención, si bien transmite una profunda sensación de vulnerabilidad, imponiéndose por la mínima y siendo incapaz de vencer como visitante. Camina sobre un clave electrificado sobre el abismo, animado por las arengas paternales de JIM y por un espíritu encomiable de boxeador de relleno en la velada. La posibilidad de conseguir en esta ventana un todocampista más físico y un extremo o mediapunta con más chicha y pase final que Bermejo se ha dejado escapar. Lo que preocupa es que en 23 jornadas suma 18 goles, tres de ellos administrativos por la alineación indebida del Alcorcón, una cantidad que conduce directamente al descenso si en el resto del torneo no la eleva de forma considerable. En este siglo XXI, Llagostera, Albacete Murcia, Tenerife, Éibar y Leganés se salvaron con menos dianas a estas alturas, pero solo los isleños había marcado menos sobre el campo, 14 por los 15 del cuadro aragonés.

El Real Zaragoza afronta la condena de sus salvadores, que han vuelto a renunciar a socorrer al equipo cuando mayores son las urgencias. Ni con capital ni con su supuesta capacidad de influencia en el tejido financiero de este país para hallar recursos alternativos. La pobreza, más que en el bolsillo, está en el interés. Ahí se quedan JIM con su bálsamo casero y sus chicos peleones para defender la continuidad en Segunda con el orgullo que falta en el ADN de sus superiores.

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