La alineación desalineada

Juan Ignacio Martínez no ha repetido un once en la primera vuelta con un resultado desigual que mantiene la incógnita sobre el destino final del equipo

Juan Ignacio Martínez no deja de incidir en que jamás ha confeccionado un once revolucionario o caprichoso, sino que lo ha hecho en función de las circunstancias que se han sucedido y, por supuesto, por decisiones técnicas. En muchas ocasiones ha sido interrogado sobre los porqués de tanto cambio, a lo que el entrenador ha respondido presentando una plantilla rica de recursos, con futbolistas que van y vienen sin que se produzcan desequilibrios notables. Esa es su versión, en parte cargada de razones y en parte muy cuestionable. El caso es que en 21 jornadas no ha repetido equipo en ocasión alguna para cerrar la primera vuelta con 26 puntos, buena cosecha para la permanencia después de un verano que auguraba lo peor pero poca producción para el playoff que se ha acariciado en algunos tramos del campeonato. Lesiones, ausencias de internacionales y sanciones justifican los relevos naturales. Mientras, algunas modificaciones han desvelado que el entrenador alicantino no deja de buscar una mayor homogeneidad y armonía en un grupo que no le ofrece tanta confianza como manifiesta.

El centro del campo le trae de cabeza. De la dupla Eguaras-Zapater con Francho de Pony Express y un par de apariciones de Adrián ha pasado a las sociedades Petrovic-Igbekeme y Petrovic-Vada. De la noche al día siempre intentando buscar luz creativa y rigor táctico, un mestizaje futbolístico incompleto e imposible por las características de los encargados de esa parcela. JIM entiende que el serbio ha de ser la viga maestra por su porte marcial, pero el joven canterano es quien más aporta cuando no se le desplaza a labores de simple correo. El nigeriano y el argentino también han formado con Eguaras y Zapater… James, si tiene el día, encaja en el triángulo, pero Vada, con un vuelo más libre, no cuaja en el régimen disciplinario que obliga ese dibujo. Como no se espera refuerzo alguno para la segunda vuelta, se sobreentiende que el entrenador continuará en fase experimental hasta el final en un sector abundante en número aunque sometido a la inconstancia.

Si la medular busca autores con firmeza, por fuera se escribe otra historia compleja. Juan Ignacio Martínez mete con calzador a un Bermejo insustancial hasta el tuétano y deja fuera a Borja Sainz, mucho más vertical, veloz y rentable para el equipo. Al técnico se le solicita que el vasco esté por delante en sus preferencias, pero no escucha la voz popular, como si viera algo que el resto del mundo no percibe en el madrileño. De Nano Mesa se esperaba un poco más por su perfil batallador. Por la izquierda, por la derecha e incluso en una ocasión en punta, el canario no termina de coger el carril bueno. Explosivo y disperso es, sin embargo, el que mejor interpreta los dictados defensivos a la hora del regreso. Yanis ya tiene sellado el pasaporte para que vuelva a Panamá y Narváez, en su regreso a los focos, está resultando una tremenda decepción, tano que la afición no vería con malos ojos que el pichichi del curso pasado tuviera una buena ración de suplencia. El Real Zaragoza apenas dispone de juego exterior que no sea el de Gámez y Chavarría y, con mayor sustancia, de Borja Sainz. Otro baile con la pista aceitada.

El desplazamiento de Francés al lateral derecho cuando Gámez ha causado baja ha sido lo único que ha chirriado en el marco defensivo. Es la línea más reconocible por la casi permanente titularidad de Cristian, Gámez, Jair, Francés y Chavarría . Arriba, Álvaro pasó una selección ganadora con Azón y con una negación con el gol que rompió en tres partidos para regresar a la sequía. Por lo general, los equipos crecen en regularidad y rendimiento en la medida de que un buen número de protagonistas coinciden jornada tras jornada en el campo desde el principio de los partidos. En el conjunto aragonés no ha sucedido jamás, peculiaridad que beneficia en poco a un grupo sin grandes personalidades. Los once empates definen con pulcritud ese ajetreo en el once de un equipo cuyo destino final es otra incógnita por desvelar en su devenir mutante.

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