La banda no está en el campo

Todas las jornadas, la mayor parte de ellas, los jugadores e incluso el entrenador, cuyo trabajo está siendo clave para que el equipo no esté desahuciado por completo, quedan expuestos a juicio público y popular. Sobre la plantilla y su mentor, Lalo Arantegui, han caído y caen como lluvia de fuego toda clase de críticas y muy pocas son gratuitas. Hay fundamento suficiente para considerar que el anterior director deportivo se dejó llevar en verano y que el actual, Miguel Torrecilla, puso poco interés para echar carbón a una máquina que carbura al ritmo que le permite su pobre reserva de combustible. Pero de vez en cuando, y qué mejor oportunidad que esta victoria frente al Fuenlabrada, conviene incidir en que el Real Zaragoza responde con desastrosa puntualidad a la gestión de sus propietarios, avalistas o especialistas en demorar pagos de la deuda que heredaron sabiendo perfectamente la tremenda carga económica que asumían. Desde que la Fundación Zaragoza 2032 se hizo con el global de las acciones de Agapito Iglesias por un euro, el aparato propagandístico, el del club y el de los simpatizantes con el poder, presentaron al grupo de empresarios como los salvadores de la institución. Esa puesta en escena poética, casi heroica, se ha desmontado con el tiempo, los resultados y la insensible forma de actuar del consejo. Bajo su gobierno se han cumplido siete temporadas consecutivas en Segunda, y la octava por decidirse aún si será en Segunda B, un escenario que lo desvirtuaría todo: ingresos, imagen, impacto social y emocional para el aficionado y la ciudad. Supondría una vergüenza imposible de imaginar, un desgarrador confinamiento sentimental en mitad de la pandemia y sus tristezas. Esos futbolistas y ese entrenador que hacen su trabajo son lo únicos que están dando la cara para evitarlo.

Bajo el manto protector de César Alierta, a quien el fútbol le es extraño y molesto desde cualquier perspectiva pese a que se busque un lazo familiar porque su padre ocupara la presidencia del club de 1952 a 1958, se alinean a una distancia sideral de compromiso económico Fernando Yarza, Fernando Sainz de Varanda, Luis Blasco, Juan Forcén, Juan Uguet, Christian Lapetra y Luis Carlos Cuartero. Un brigada de ilustres ciudadanos en nada barata (la carga administrativa en este apartado es muy seria) y sin la más mínima cultura futbolística como para reflotar la tesorería del club pese a la experiencia que aglutinan en sus respectivos y diversificados negocios. La política consiste en reducir la deuda con la venta de sus principales patrimonios, los jugadores que destacan, con lo que se produce un círculo vicioso que impide la construcción de un equipo con suficiente capacidad para logar el ascenso y solucionar el grave problema financiero. Como a nivel personal nadie desembolsa capital propio a niveles importantes y además se hace lo posible para desoír ofertas, más o menos sólidas, más o menos creíbles porque hay consejeros que viven de esto y temen que perderían su lugar dentro de una nueva propiedad, el Real Zaragoza ha llegado a este punto de peligro de hundimiento.

La ayuda institucional, y las deudas que se arrastran, ha tocado techo, y el nuevo campo que prometía ser el Dorado del imperio inmobiliario aragonés, se ha quedado estancado por otras prioridades frente a la crisis sanitaria del covid-19. Ante ese enquistamiento de ingresos externos, la Fundación se ha ido alejando a pasos agigantados de la afición hasta hacerse invisible, irritante y antipática. Aunque porte las siglas SAD, no es una empresa al uso, algo que jamás se ha captado desde los despachos, un búnker inaccesible e insensible con esta dolorosa travesía por el desierto. La arrogancia y el silencio presiden la crisis más importante en la historia, y el consejo, como es lógico, se ha ido resquebrajando. Yarza y Forcén proponen la venta para bajarse de la cruz, mientras que Sainz de Varanda y Cuartero defienden su nómina, fijada por su relación con Alierta y con Forcén. Y en mitad de ese reino de taifas, Lapetra en su papel de figurante y Juan Uguet muy incómodo fuera de su ecosistema de sicavs, cumpliendo los deseos de su tío de formar parte de un consejo del que saldría a la menor oportunidad.

Han circulado jugadores, entrenadores y directores deportivos de todos los colores, y por lo general el foco se ha puesto en ellos. Hoy, con el triunfo del Fernando Torres, no se sostiene más que la responsabilidad repercuta con infame exclusividad en los verdaderos profesionales por muy baja que sea o parezca su capacitación. La banda no está en el campo, ni en el banquillo, sino en esa burbuja desde la que se ha gestado semejante monstruosidad temporada tras temporada. Otro de los asuntos intolerables es cómo se asume la posibilidad del descenso y cómo se preparara un plan de actuación… Aun siendo una previsión, la desfachatez de comunicarlo con absoluta normalidad confirma el desconocimiento de la materia humana de un deporte cuyo tejido principal es el aficionado. Este Titanic, uno de los clubs con más títulos entre las grandes embarcaciones del campeonato, una institución respetada y querida de 89 años de vida, choca contra icebergs y los capitanes se toma un daikiri en la borda.

César Alierta, Fernando Yarza, Fernando Sainz de Varanda, Luis Blasco, Juan Forcén, Juan Uguet, Christian Lapetra y Luis Carlos Cuartero desconocen por completo el pálpito de ser de un equipo y de verlo sufrir. Pagar un abono o varios; contener la respiración los días previos al partido; llorar y reír; dejar de cenar una noche por la derrota; soñar con que el mañana será mejor pese a todo; gastarse cerca de 100 euros en una camiseta para mostrarla con orgullo por el mundo; hacer miles de kilómetros, muchas veces con lo justo en el bolsillo; hacerle el carnet al hijo, nieto o sobrino recién nacido; visitar el museo y La Romareda con la carne de gallina; el olor a domingo, a fútbol, a Real Zaragoza con la familia o los amigos; el autógrafo, la fotografía, una palabra amable del futbolista… No han sido capaces de entender nada con el gaznate metido en sus cálculos. Por eso, el Real Zaragoza no será lo que quiera su gente sino lo que den de sí unos jugadores que intentan cumplir su cometido. En este caso salvar al club de una banda de inconscientes que tocan el alud mientras las llamas del incendio queman a uno de los hijos predilectos de Aragón y calcinan el corazón de sus habitantes, el de los vivos y el de los muertos. La historia actuará como fiscal implacable. Esa es la única certeza.

 

 

 

 

 

04 comments on “La banda no está en el campo

    • Grada Este Central , Direct link to comment

      Excelente articulo. Exposición impecable y certera sobre la actual propiedad de esta SAD, y como han reducido a escombros al club antes conocido como Real Zaragoza. Ha dado usted en la diana, sin duda.
      Elogiar la magnifica prosa con la que adereza el articulo.
      Muchas gracias Sr.Hernandez.

  • José , Direct link to comment

    Estupendo artículo. Ya va siendo hora de exigir responsabilidades a este grupo de ineptos y aprovechados, que están abusando del patrimonio inmaterial de nuestro RΖ. En que estemos matemáticamente salvados deberíamos exigir la marcha de tanto incompetente.

    Se le echa de menos en El Periódico de Aragón

  • Carlos , Direct link to comment

    La banda de Mirliton eran mejor que estos , al principio nos engañaron pensando en un futuro mejor y cercano, pero actualmente es una desidia el ver futbol después de varios años en caída libre y cada vez con más agravio de la situación, heredada de nuestros políticos y un innombrable que colocaron para sacar rédito especulativo y se han ido todos de rositas, como se irán estos cuando dejen de obtener beneficios.

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