La presión asfixia al Huesca

La presión psicológica en la lucha por la salvación y la ejercida por un Getafe en su versión más pétrea y solidaria de la temporada devuelven al Huesca al callejón de los milagros. Si en otros partidos desde que llegó Pacheta y al margen del resultado el conjunto oscense había mostrado un carácter irreducible, una textura de equipo que sabe lo que quiere, frente al conjunto de Bordalás dio señales de agotamiento mental. Es lo que tiene remar tanto tiempo contracorriente, intentando recortar puntos con un mínimo margen para el error.

Jugar por necesidad en una ruleta rusa con el cargador a rebosar de balas suele conducir en algún momento a este tipo de derrotas. Hacerlo además frente a un rival directo mejor preparado para situaciones suicidas, penaliza con puñal de doble filo. El Getafe, que venía muy apurado, manejó el encuentro con una superioridad abrumadora, estrangulando cualquier maniobra futbolística del Huesca y percutiendo con la prepotencia de quien elige los momentos para marcar.

El golpe recibido en Vitoria con aquel tanto de Battaglia, una cita que se desarrolló con bastante conformismo por parte de los azulgrana, resultó clave en la escalada de la pared vertical que era la clasificación. Un punto de inflexión anímico, producto del agotamiento. La fe dejó de mover montañas en Mendizorroza y contra el Getafe, el Huesca ni siquiera llevó el equipaje competitivo adecuado para la ocasión. De todos los enemigos agrupados en la zona baja, el madrileño era el peor, como quedó demostrado del primer al último minuto. Esterilizó el centro del campo de los altoaragoneses anulando a Seoane Mosquera y Ferreiro, con una ocupación de los espacios con gran jerarquía táctica, tomando decisiones correctas con y sin balón. Rafa Mir y Sandro quedaron así completamente aislados, con Maksimovic y Arambarri apagando y encendiendo el ritmo a su antojo en el cuarto de los contadores.

David Soria contempló el partido en la portería pero podría haberlo hecho desde la grada, lo que resume la distancia que hubo entre ambos equipos y sobre todo la que se estableció en ataque. Enes Ünal olió a sangre en un despeje de Andrés Fernández y acentuó con su gol de oportunista la diferencia de actitudes y aptitudes. El Huesca, previsible y muy afectado, entró en shock. En la segunda parte, Enes Ünal cerró el partido con una brillante acción personal, un disparo que cruzó el alma de un Huesca ya sin apenas corazón.

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