Los fichajes van a menos (más aún)

El Real Zaragoza es un equipo con grandes problemas por mucho que se le quiera revestir con la capa de invencible. Que no tiene gol, aunque se reencontrara con él en La Rosaleda, es algo ya mundialmente reconocido (apenas hay cinco equipos en todas las ligas europeas con peor bagaje) y que encaja siempre primero ha dejado de ser una anécdota aunque se soslaye con su capacidad para reaccionar y evitar la derrota. No sabe ganar ni cómo hacerlo, y ni la posesión larga le sirve de coartada. Desatender esta realidad e insistir en el resbaladizo y subjetivo universo de las sensaciones es una tentación que debería evitarse. Las impresiones se fundamentan en una tendencia positiva, pero tiene que ser refutada de vez en cuando por los resultdos. Y no es el caso y sí la causalidad.

A su fútbol de posesiones interminables y decadente de improvisación, se ha sumado progresivamente la pérdida de peso de algunos de los fichajes veraniegos y la confirmación de que otros son tan ligeros como una pluma. El cuerpo técnico eligió mal porque los propietarios le forzaron a negociaciones aceleradas en un marco de caos mercantil por la vergonzante compraventa y sin pujanza económica para aceder a las primeras opciones para reforzar la plantilla. Fran Gámez arrancó como un tiro en la pretemporada y amagó con ser un lateral interesante, pero después de algún partido notable ha rebajado sus prestaciones. Vada explotó desde el banquillo con dos goles y cierta autoridad, aunque en la titularidad es uno más, un centrocampista que busca su sitio sin el protagonismo que se le suponía. Nano Mesa, lesionado ahora, encendió al equipo con su impulsiva interpretación del fútbol, si bien se ha ido desinflando por esa misma ansiedad con que vive el juego. Borja Sainz, tras su buen debut en Lugo, no termina de cuajar en parte porque JIM insiste ya sin argumentos en Bermejo y porque el vizcaíno está aún muy verde. Álvaro Giménez, después de brillar en la segunda parte contra el Huesca tras varios partidos sin luz alguna, regresó a las tinieblas en La Rosaleda. De todos ellos se espera, más vale, un margen de mejora sin conocerse todavía cuál es el nivel de César Yanis, más tiempo con la selección de Panamá que en Zaragoza.

Los casos de Lluis López y Petrovic van aparte. El central, con la leyenda de su supuesta buena salida de balón, ha esquivado las críticas, pero lo cierto es que es un defensor del montón con una fuerte tendencia a la blandura en el marcaje. Está por detrás de Francés y Jair, por supouesto, pero también debería situarse por detrás de Enrique Clemente, condenado por la dirección deportiva y la general por no aceptar un contrato muy a la baja. Lo del centrocampista serbio es una constante agonía cuando se le ve calentar en la banda. Si Juan Ignacio Martínez le ordena salir al campo, un escalofrío corta la respiración del aficionado. Su escandaloso bajo estado de forma recomienda que no entre ni en las citaciones, pero el entrenador es de ideas fijas con este futbolista que, de momento, sólo resta. Los ocho de Torrecilla podrían ser perfectamente reservas. Si no dan un paso adelante en masa, será una tragedia.

 

 

 

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