¿Quién ha sido el mejor entrenador en la historia del Real Zaragoza?

El entrenador con más púrpura y un título sin duda marcado a fuego en la memoria y el cariño zaragocitas, la Recopa del 10 de mayo de 1995 frente al Arsenal, es Víctor Fernández. También estamos frente al técnico que más partidos ha dirigido al club y quien, sin duda, logró personalizar una plantilla a su imagen y semejanza, un equipo que expresaba su forma de entender este deporte como puro espectáculo. En su debut, como relevo de Ildo Maneiro, no pudo evitar caer a la promoción de descenso, drama que se evitó con una eliminatoria apasionante frente al Murcia. Ganó una Copa frente al Celta después de perder otra con anterioridad contra el Madrid y Urío Velázquez, colaborador con sus múltiples errores de que aquel título viajará hacia La Cibeles. En su currículum hay más: regresó de la mano de Agapito Iglesias para alcanzar la clasificación para la UEFA, hace dos temporadas volvió en Segunda para ayudar a conservar la categoría y el curso pasado alcanzó el playoff de ascenso. Esas tres etapas le han reservado un lugar en la mitología de la afición y un lugar de honor en la historia de la institución. ¿El primero? Aquí hay matices. En un podio virtual, no sería injusto que ocupara el cajón más alto. En una análisis más profundo, puede que haya otros entrenadores, al menos dos, Víctor Muñoz y Luis Costa, que bien podrían a estar a su altura incluso por encima. Lo que establece esa distancia popular entre su trabajo y el de otros compañeros no es tanto los méritos acumulados como su atractivo influjo mediático. En este sentido, se manejó con igual o más habilidad frente a los prensa que en el banquillo, gran parte seducida por su particular y elegante retórica.

Como es lógico, en una trayectoria de tan largo recorrido, no es oro todo lo que reluce. Los jugadores le sacaron del atolladero de una caída a Segunda en su primera experiencia en la élite. Zalba le dio las riendas de Real Zaragoza con 30 años después de haber sido segundo con Antic, con quien mantenía serios encontronazos, y el equipo, a falta de 14 jornadas para el final, se derrumbó desde la decimosegunda plaza hasta un puesto de promoción que hubo que disputar a cara o cruz con el Murcia. El milagroso 0-0 en La Condomina se resolvió con un catártico 5-2 del Municipal que empezó a labrar su leyenda individual. Destituido en el curso 96-97, sin cumplirse dos años de la mágica noche del Parque de los Príncipes, con una sola victoria en 11 partidos, su reunió con Agapito Iglesias y sus deseos de gloria en la Liga casi una década después de su primera frustración. El bolsillo alegre y patrocinado por un sector del socialismo del empresario soriano y el ánimo de revancha personal del técnico crearon una sociedad de ambiciones con diferentes objetivos y terribles consecuencias futuras. Se aprovechó la excelente columna vertebral que dejó Víctor Muñoz y se mezclaron futbolistas interesantes como Diogo, Juanfran, Sergio Fernández y Piqué con otros como Aimar, en un dulce y melancólico ocaso, y el díscolo D’Alessandro, a la postre su maldición. Conseguido el objetivo de la UEFA en un partido en Huelva donde se escucharon sables en el vestuario durante el descanso con 1-0 en contra en el marcador y la necesidad de empatar, la siguiente campaña se produjo el desastre con consecuencias económicas que aún hoy en día se están pagando.

Los fichajes rocambolescos de un finiquitado Ayala, Luccin, Oliveira o el envenenado de Matuzalem, quien se acogió al artículo 17 de la FIFA para abandonar el Shakhtar Donetsk, completaron la plantilla más cara en la historia del club y la caída a los infiernos de los egos. Víctor Fernández volvió a ser despedido tras nueve jornadas consecutivas sin conocer el triunfo y un monumental incendio en el vestuario con la mecha de D’Alessandro en primer plano. Garitano, Irureta y Manolo Villanova fueron cogiendo el testigo hasta un inevitable descenso consumado bajo la lluvia en Mallorca. Víctor hizo un tercer intento con el club que le dio la oportunidad en el profesionalismo. Hundido en puestos de descenso, y no sin sufrir de lo lindo, se esquivó lo peor para comenzar una nueva aventura hacia el ascenso que se tuvo en la mano de forma directa antes de la pandemia y que se gestionó con un entrenador empalidecido por las derrotas que se sucedían una tras otra y por una parálisis absoluta para reaccionar. El playoff perdido ante el Elche ratificó que Víctor Fernández ya no estaba.

Fue un fenómeno deportivo y social. Un técnico con una personalidad fuerte pero con una comunicación no demasiado fluida con el vestuario cuando surgían los problemas, cortocircuito que solventaban sus colaboradores más próximos, entre ellos, por ejemplo, Avelino Chaves en su etapa más feliz en el club. Hizo y dejó que el Real Zaragoza jugara de memoria, con la identidad y el sello reconocibles desde Los Magníficos. Sin embargo, en ese santoral habría que incluir, también por justicia y por derecho, a Luis Costa y Víctor Muñoz, dos profesionales antagónicos que colaboraron a la grandeza de la entidad sumando trofeos a las vitrinas y acudiendo al rescate en momentos muy delicados. Figuran también entre los que más encuentros han dirigido al Real Zaragoza (2ª y 4º), con conquistas memorables. A diferencia de Fernández, les faltó el aura europea y, por supuesto, esa proximidad y complicidad con los medios de comunicación que vistieron aún más su ya de por sí incuestionable leyenda.

Luis Costa, un profesional tímido, sin el glamur que muchas veces requiere por hipocresía este trabajo pero con una excelente capacidad para interpretar el fútbol en general y las necesidades del equipo en particular, estuvo sentado en el banco en la victoria en la Copa de 1986, frente al Barcelona que un mes después afrontaría la final de la Copa de Europa contra el Steaua de Bucarest. En semifinales, la víctima había sido el Madrid. En 2001, tras apear en la penúltima eliminatoria al Atlético y dos semanas después de confirmar la salvación que le fue encomendada desde la destitución de Lillo, doblegó en la final del torneo del KO en La Cartuja sevillana al majestuoso Celta de Víctor Fernández. Apagafuegos y hombre de la casa como pocos, antes había sorteado el descenso en aquella embarazosa campaña 96-97 que guillotinó a Víctor Fernández y Víctor Espárrago antes de que Costa emprendiera una estupenda y exitosa cruzada en la segunda vuelta partiendo de Las Gaunas. Su adiós, su intermediación en el banquillo entre Chechu Rojo y Marcos Alonso en el descenso del 2002, no ensombreció su impagable servicio al Real Zaragoza.

Víctor Muñoz era y es de otro talante. Con un conocimiento del club como jugador y el halo de futbolista reconocido internacionalmente por su paso por el Barça, la selección española y la Sampdoria estaba más próximo a la modernidad que no le dejaron aplicar como secretario técnico tras colgar las botas precisamente en el Real Zaragoza. No se doblegó ante la presión y los favores que exigía el iceberg mediático aragonés y comenzó su periplo como entrenador de carácter, cercano al jugador, exigente y en ocasiones de corteza dura en el trato con algún miembro de la plantilla. En el 2003, cesado Paco Flores y en puestos de descenso, el conjunto aragonés le reclutó por primera vez como técnico. Logró la salvación y regaló un hito: el 17 de marzo del 2004, después de apear al Barcelona y con serios apuros al Alavés, se impuso al galáctico Real Madrid en una final de Copa electrizante. Poco después, el 21 de agosto, superó el 0-1 de la ida para vencer en Mestalla por 1-3 y llevarse la Supercopa ante el Valencia, vigente campeón de Liga. Dos años después, con la gloria en la mano y un recorrido esplendoroso al haber dejado fuera de combate a Atlético, Barcelona y Real Madrid con el 6-1 de La Romareda, el Espanyol le pasó por encima en la final de una Copa que se empezó a diluir en los prolegómenos con la no alineación de Sávio y el malestar que produjo esa decisión entre algunos de sus compañeros.

Con una salvación, una Copa, una Supercopa y esa Copa enturbiada justo en el momento más inoportuno, Muñoz no fue renovado coincidiendo con el traspaso de la propiedad de Alfonso Solans a Agapito Iglesias, quien eligió a Víctor Fernández para su proyecto. También, como Fernández, Muñoz se personó en Segunda División en lugar de Paco Herrera y no hizo buenos números, pero mantuvo al equipo en Segunda. Un encontronazo con la Fundación 2032, en concreto con Carlos Iribarren, aceleró su salida en la 2014-2015 cuando el Real Zaragoza era octavo a un solo punto del playoff de ascenso. ¿Quién ha sido el mejor entrenador en la historia del club? Despejar ese interrogante casi es una cuestión de gustos personales, pero, como mínimo, los tres estuvieron a la misma altura pese a que Víctor Fernández sea perfumado constantemente con la Recopa.

02 comments on “¿Quién ha sido el mejor entrenador en la historia del Real Zaragoza?

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    Estoy muy de acuerdo en que Víctor Fernández está sobrevalorado, sabe expresarse en los medios de comunicación como nadie y con eso se gana a la gente. Fue responsable de la recopa y tiene su parte del trofeo es innegable. Pero también es el máximo responsable del descenso en 2008 y también es el máximo responsable de no ascender el año pasado. Pero, por algún motivo, consigue que la gente se acuerde de lo que hace bien y se olvide de lo que hace mal…

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